Día de campo
–¡Gonzalo! dile a tu papá que baje las chamarras, está comenzando a hacer frío. Voy a estar junto a los árboles de allá. – Dijo Estefanía, una mujer joven, de unos treinta y tantos. Viste unos pantalones de mezclilla clara hasta la cintura, una camisa holgada de botones color rosa pálido. El cabello castaño claro se tiñe de dorado con los rayos del sol a contraluz. La luz de la tarde se pinta de anaranjado con tonos rojos y morados, el filo de los árboles, las plantas y objetos tiene un contorno casi mágico, las esporas en el aire se hacen visibles, como miles de mariposas diminutas que lo cubren todo. Gonzalo, un chiquillo de siete años, con sus botitas vaqueras, sus pantalones de mezclilla y su camisa alusiva a los vaqueros de las películas, una pistola color plateado brillante se asoma de una funda que cuelga de su costado izquierdo. Le queda bastante incómoda, ya que está diseñada para diestros, y Gonzalo nació en el lado incorrecto del planeta, donde viven los derechos, él tenía