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Los zapatos cayeron justo después de que Amanda se tirara de golpe a su cama. Se quedó un minuto boca abajo, apenas respirando. Su mente se mantenía en blanco, con una especie de inexistencia, se olvidó de sí. De pronto la alarma de su celular comenzó a sonar.  Amanda renació dolorosamente, sintió la vida volver a su pecho y corrió hacia su bolsa, sacó el celular y lo apagó sin voltear a ver la cita, que anunciaba el cumpleaños de Esteban, claro que ella lo recordaba, claro que en el instante en el que el celular vibró entre los múltiples objetos de su bolsa, ella lo sabía.  Amanda nunca fue del tipo de mujeres que toman, mucho menos sola, y justo en eso pensó cuando abrió la botella de tequila que tenía en su armario, le dio un trago grande, el fluido caliente cruzó su garganta y llegó hasta su estómago, que apenas había procesado el par de galletas que la obligó la tía Mary, eso y dos tragos de café frío.  Esteban fue amante del café, siempre que viajaban se aseguraba de p

El mismo árbol

Todos los días durante diez años de mi vida caminé desde mi apartamento en el edificio D piso 2, hacia mi auto, un Jetta 95. Pero ahí no empieza la historia. Mi despertador suena a las 7:14. Tengo exactamente 60 segundos para levantarme de la cama, colocar mis pies desnudos, después de misteriosamente perder los calcetines en la inmensidad de una King Size y colocarme los lentes.  Una vez en marcha las cosas se hacen más fáciles. El baño, la cocina, el pasillo, el elevador, el jardín y el auto. Una vez tuve que patear un gato para poder llegar a tiempo, el minino se colocó debajo de la puerta del conductor, y por más que di gritos y pataletas, decidió arruinarme el día y si.. tuve que patearlo. No me siento particularmente orgulloso de ello, pero uno a veces tiene que defender sus derechos.  Ese gato se me vino a la mente el día de hoy cuando volvía del trabajo. Hago hamburguesas. Mi auto se detuvo 7 de las 9 veces habituales, 10 segundos en uno, un minuto en otro, cada semáfo

Páginas en blanco

A escribir se ha dicho. Cierra los ojos, concéntrate en algo. No escribas eso, es demasiado típico, esfuérzate un poco más. ¿Escribo algo del amor? ¿No tiene ya un papel protagónico en la mayoría de las historias? Podría ser una historia tierna, alguna reflexión sobre lo compleja y maravillosa que es la vida. ¿Qué tal si escribo del odio, de la vergüenza, de la desidia? No, no y no.  La pantalla sigue en blanco y las ideas parecen cada vez menos claras. Empecemos por algo simple, qué tengo que decirle al mundo. Quién soy y cómo me desprendo de eso para sorprender a mi propia creatividad. Maldita sea, las palabras están ahí, pero no parecen tener intensión de ordenarse para formar algo coherente. Un poema tonto, la historia de un perro triste, una pelea de parejas, lo que sea ¡pero ya!. Está bien, así no funciona. Respira hondo, un poco más, eso es, ahora suéltalo todo y deja salir cualquier pizca de estrés de tu organismo. Si las palabras se encuentran ahí, sólo es cuestión de dej