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Mostrando las entradas etiquetadas como cuento

Sólo hazlo.

–¡Buenas noches!– Escucha Jessica a su espalda. Es Juanita, la señora que se queda en su casa y que le ayuda con las tareas de la casa, a cuidar a sus niños y a hacer de comer.   –Buenas noches Juanita, no se te olvide sacar el pollo del congelador. –Jessica se quita la cinta elástica de la mano y se hace una coleta alta. Su cabello rubio amarrado es tan largo que casi le llega a media espalda. Viste una blusa sin mangas color salmón, un brasiere deportivo que alcanza a verse un poco, unas libras negras que resaltan los años de ejercicio y dieta. Jessica toma un sujetador para su celular y se lo pone en el brazo. Los audífonos se los mete con cuidado en los oídos y la canción Arlandria de Foo Fighters suena. Baja las escaleras, abre la puerta de la entrada y en el segundo que la puerta se cierra comienza a trotar.    Es de noche ya, son las nueve cuarenta de la noche, es una noche fresca, las hojas de los arboles se mueven por el viento, las luces se reflejan en los charcos q

Rutina

  Abro una de las puertas y me encuentro una caja de cereal. La caja no tiene nada particular, pero sentí como si un bloque de concreto me cayera encima al verla. Tenía mucho tiempo sin abrir esa puerta específicamente y como una avalancha, un golpe de sentimientos, de pensamientos, cayeron sobre mi. Teníamos 3 semanas de habernos separado definitivamente. Ella no estaba segura de lo que quería, y quizá yo tampoco, pero un día amanecí con el sentimiento de no ser suficiente, o simplemente, quise más. La confronté, me parece que más que un diálogo fue una confesión, fue una renuncia a la química, a los besos, a las cenas, a los abrazos en la cama y a las duchas juntos. Una parte de mi esperaba que ella me detuviera, que me dijera cualquier cosa que me diera indicios de que ella también sentía algo fuerte por mi, pero la otra parte, la más grande, la que suele tener la razón. Sabía que habría un silencio incómodo, que las palabras, las que fuesen, no iban a salir, ni para aliviar, ni p

Realidad Virtual.

Iniciar conexión.      Wenda se coloca los brazaletes en las muñecas mientras el visor muestra la animación de inicio. El iris de Wenda intenta adaptarse a la hiperestimulación de las luces. Toma 32 segundos sincronizar el sistema neuronal al procesador del VRC. Se reproduce un sonido notificando que la conexión ha sido exitosa. Wenda está en un pasillo con alfombra gris. Hay varias puertas a los costados. Camina directamente hacia la última del lado izquierdo, intenta abrirla y pero la perilla no gira. La proyección de un candado cerrado y una voz que dice. Acceso no autorizado, favor de introducir llave.     Wenda maldice y se gira para caminar a una puerta anterior. Entra en ella, en esta ocasión la puerta si abre. Está en un hospital ahora. Wenda hace algunos movimientos con las manos y una serie de numeros aparecen como un holograma. Seleciona un par y de un circulo de luz color verde neón que parece una ventana se abre una compuerta, dentro de ella se alcanzan a ver arma

El Niño Que Recordó

  D arío se pone su pijama del personaje de Disney, Peter Pan, que le regaló el abuelo. Su pantalón, ya deslavado y su playera color azul rey lo hacían sentir cómodo al punto de no querer quitársela el día siguiente. Gabriela, la madre siempre se prometía desaparecerla un día antes de meterla a lavar, pero la expresión de su hijo al portarla era una sonrisa que valía la pena cualquier berrinche mañanero, por lo menos hasta que el berrinche se hacía presente el día siguiente.      Gabriela coloca un vaso con agua en la mesa de noche, quita los juguetes que esconden la madera rayada de tantas batallas de Batman contra Rayito McQueen. Darío se esconde debajo de las cobijas y comienza a convulsionarse con brincos de aquí a allá con su cadera. Un ataque de histeria, de energía y de infancia que aquellos con hijos pueden comprender perfectamente. Gabriela se inclina sobre su hijo y le da un beso en la frente. El olor a la leche con chocolate, a recién bañado y a juventud le llenan los p

La Puerta se Abre

Por Karla Gunz Son las dos con seis minutos, eso marca el reloj en la pantalla de Julia. Ella es una mujer exitosa, a sus treinta y uno es dueña de una empresa de marketing digital y publicidad, la inició junto con un par de colegas, pero con el tiempo y varias disputas de por medio quedó solo ella. Julia tomó un sorbo de su café negro, ya tibio, amargo. Sostuvo la taza por un rato, como si esperara a que se enfriase, finalmente la dejó sobre el plato de porcelana y siguió escribiendo. Una idea nada brillante, pero así es como le suceden las mejores, comienza escribiendo tonterías y después de llenarse las venas de cafeína e insomnio, la creatividad fluye. Una campaña para mejorar la imagen de una empresa que sufrió un escándalo por sus niveles de azúcar en sus alimentos. Normalmente Julia pide a sus becarios que generen lluvia de ideas, y entonces comienza el trabajo, pero los chicos estaban de vacaciones en la universidad y el proyecto tenía que presentarse en una semana.

La Visita Nocturna

    Manolo navegaba entre las calles de su ciudad. Con Foo Fighters en sus audífonos, el peso de los pedales de su bicicleta era más ligero. El viento, aún frío por el invierno que se resistía a marcharse, le congelaba las orejas. Manolo se subió el gorro de la sudadera gris. Un par de baches en el camino amenazaron con tirarlo, conductores ebrios, uno que otro peatón, personas despidiéndose fuera de sus casas, mujeres ofreciendo servicios sexuales, gatos en busca de compañía corriendo debajo de los coches. Una noche completamente normal en una ciudad, el fin de semana se escuchaba en los bares, gritos y música alta en los autos que pasan a toda velocidad.    Dos cuadras y gira a la derecha, media cuadra y ahí está. Portón de rejas negro, jardinera iluminada con focos, palmeras y la banqueta un poco rota. Manolo intentó no hacer mucho ruido, había luz dentro de la casa, estacionó la bici detrás de un árbol grande en la acera de enfrente. Se sentó en la banqueta y sacó su celular p

En La Tierra Que Nací

¿Porqué habría de importarle a usted lo que un pobre viejo como yo tiene que decir? No tiene ninguna relevancia mi vida. He viajado poco, no tuve hijos y mi esposa hace tiempo ya que tocó tierra. La tierra conoce más de mi que nadie. Lo poco que hay que conocer, ella lo vio. Mis días no fueron muy distintos entre sí. Largas caminatas del rancho hasta pasar la carretera, llegando al pueblo y de regreso.  Mi burrito aguantó mucho. Más que mi viejita, y vaya que le costó trabajo. Los dos se entendían re bien. Por horas le platicaba, y Mateo esto, y Mateo el otro, le decía ella. Bien atento la escuchaba, y hasta parecía que le iba a contestar un día. Tremendo susto le habría sacado. Pero ya se me fueron los dos. Ellos nomás sabían quién era yo. En el pueblo me saludaban siempre, los señores y señoras, pero después de que se me fue Mateo ya no podía subir con la madera yo solo, y ni dinero ni ganas para comprarme otro. Ya para qué, ni voy a poder platicarle de mi viejita, me vería c

El Capitán E.

Hace unos meses, un capitán salió muy temprano en un bote de remos.  Era de noche aún, cuando lo vieron salir del muelle. Llevaba poco en cubierta, dijeron.  Vestía su traje de gala, su sombrero negro y su saco blanco reluciente.  Con los remos, poco a poco salió a mar abierto.  Es extremadamente raro ver un capitán haciendo un trabajo físico.  El capitán de aguas saladas  era muy bien conocido por sus hazañas.  Había desarmado ya a más de una decena de flotas piratas.  Los pescadores y mercaderes de la zona le tenían especial aprecio. A pesar de su gran tamaño y de sus rasgos toscos , su amabilidad y respeto hacia su tripulación fueron conocidos en toda la costa sur.  Era un hombre de pocas palabras. Su mirada usualmente lo decía todo. Una pequeña señal con sus ojos azules y no tenía que emitir sonido alguno. Pocas personas fueron las que sostuvieron una conversación con él. Se decía que era un hombre sumamente culto, tranquilo y sabio. Un estratega de guerra, con dotes en la

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Los zapatos cayeron justo después de que Amanda se tirara de golpe a su cama. Se quedó un minuto boca abajo, apenas respirando. Su mente se mantenía en blanco, con una especie de inexistencia, se olvidó de sí. De pronto la alarma de su celular comenzó a sonar.  Amanda renació dolorosamente, sintió la vida volver a su pecho y corrió hacia su bolsa, sacó el celular y lo apagó sin voltear a ver la cita, que anunciaba el cumpleaños de Esteban, claro que ella lo recordaba, claro que en el instante en el que el celular vibró entre los múltiples objetos de su bolsa, ella lo sabía.  Amanda nunca fue del tipo de mujeres que toman, mucho menos sola, y justo en eso pensó cuando abrió la botella de tequila que tenía en su armario, le dio un trago grande, el fluido caliente cruzó su garganta y llegó hasta su estómago, que apenas había procesado el par de galletas que la obligó la tía Mary, eso y dos tragos de café frío.  Esteban fue amante del café, siempre que viajaban se aseguraba de p

La Noche de Soni

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La noche de Soni Soni teme a la oscuridad. No como un niño que teme a los monstruos o a los fantasmas. Soni no es tonto y sabe que esas cosas no existen. Pero la oscuridad es cosa distinta, ¡por Dios que lo es! Todas las noches Julieta lo lleva de brazos y lo sienta en su cama, hablan con Dios un rato, y lo cubre con las cobijas más suaves y abrazadoras del mundo. Julieta tiene antojo de Soni y se acerca a devorarlo a besos.   Anuncia su retirada y advierte el momento de terror, ¡Fuera luces! y se cierra la puerta. Los ojos de Soni se cierran como de costumbre, intentando evitar pensamientos peligrosos y ¡Pum! llega el primero, sin aviso alguno. Se escucha algo afuera, ¿un ratero puede ser? ¿estará cerca? ¿Qué fue eso? Seguramente los ratones han vuelto para vengarse por la derrota en encuentros pasados, pero eso no es posible, ellos sólo vienen cuando Soni fabrica nuevos dientes. Por más que intenta mantenerlos a salvo bajo su almohada, los ratones siempre consiguen