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Fantasmas

El único fantasma al que temo es el de la nostalgia. Ese fantasma que te persigue y te arrastra al pasado. Se roba tu energía y se alimenta de tu tiempo. Rodea sus brazos, terminados en garras y se abraza a ti, te susurra al oído frases de memorias, te vuelve loco, pero no lo suficiente para hacerte notarlo.  Si no te das cuenta que está junto a ti incluso puedes dejarlo entrar a tu organismo, puede estrujar tu vientre, cortarte el flujo en la garganta y hacerte nudos, puede abrirse paso hasta tus ojos, contaminarlos para que tu percepción de los colores sea distorsionada, grisácea y lúgubre. Puede revolver tus océanos hasta hacerlos brotar cual cascadas embravecidas.  Cuidado con esos fantasmas, porque no aparecen detrás de ti en un espejo, ni eligen una hora específica para aparecer. Estos fantasmas se aferran a ti como parásitos y te consumen hasta que queda de ti poco, hasta que olvidas porqué existes y ellos han ganado.

El Capitán E.

Hace unos meses, un capitán salió muy temprano en un bote de remos.  Era de noche aún, cuando lo vieron salir del muelle. Llevaba poco en cubierta, dijeron.  Vestía su traje de gala, su sombrero negro y su saco blanco reluciente.  Con los remos, poco a poco salió a mar abierto.  Es extremadamente raro ver un capitán haciendo un trabajo físico.  El capitán de aguas saladas  era muy bien conocido por sus hazañas.  Había desarmado ya a más de una decena de flotas piratas.  Los pescadores y mercaderes de la zona le tenían especial aprecio. A pesar de su gran tamaño y de sus rasgos toscos , su amabilidad y respeto hacia su tripulación fueron conocidos en toda la costa sur.  Era un hombre de pocas palabras. Su mirada usualmente lo decía todo. Una pequeña señal con sus ojos azules y no tenía que emitir sonido alguno. Pocas personas fueron las que sostuvieron una conversación con él. Se decía que era un hombre sumamente culto, tranquilo y sabio. Un estratega de guerra, con dotes en la

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Los zapatos cayeron justo después de que Amanda se tirara de golpe a su cama. Se quedó un minuto boca abajo, apenas respirando. Su mente se mantenía en blanco, con una especie de inexistencia, se olvidó de sí. De pronto la alarma de su celular comenzó a sonar.  Amanda renació dolorosamente, sintió la vida volver a su pecho y corrió hacia su bolsa, sacó el celular y lo apagó sin voltear a ver la cita, que anunciaba el cumpleaños de Esteban, claro que ella lo recordaba, claro que en el instante en el que el celular vibró entre los múltiples objetos de su bolsa, ella lo sabía.  Amanda nunca fue del tipo de mujeres que toman, mucho menos sola, y justo en eso pensó cuando abrió la botella de tequila que tenía en su armario, le dio un trago grande, el fluido caliente cruzó su garganta y llegó hasta su estómago, que apenas había procesado el par de galletas que la obligó la tía Mary, eso y dos tragos de café frío.  Esteban fue amante del café, siempre que viajaban se aseguraba de p