El vuelo de la paciencia
Ayer atrapé un mosquito. Igual que el día anterior, y el día anterior a ese. Como a muchas personas, el zumbido me resulta insoportable, y la picazón es de las peores torturas, inocente e insignificante, pero te atormenta la vida mientras rascas enérgicamente esperando que el veneno desaparezca para convertirse en dolor por incrustar las uñas en forma de cruz. Es absurdo, y ni siquiera creo que funcione, pero todo el mundo termina colocando una cruz sobre aquella roncha. En fin, lo que quiero decir es que muchas veces sostuve el puño cerrado ante mi, con la incógnita de encontrar o no el insecto entre mis dedos. A veces creí haberlo matado, pero todas las veces al abrir mi mano, encontraba al mosquito, que se quedaba un instante, como si no creyera seguir con vida, y emprendía el vuelo a donde sea que vaya un mosco después de encontrarse con vida, tras enfrentar lo que sin duda será la experiencia de su vida. Hoy simplemente contemplé el vuelo, escuché las alas vibrar justo en mi