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Los zapatos cayeron justo después de que Amanda se tirara de golpe a su cama. Se quedó un minuto boca abajo, apenas respirando. Su mente se mantenía en blanco, con una especie de inexistencia, se olvidó de sí. De pronto la alarma de su celular comenzó a sonar. Amanda renació dolorosamente, sintió la vida volver a su pecho y corrió hacia su bolsa, sacó el celular y lo apagó sin voltear a ver la cita, que anunciaba el cumpleaños de Esteban, claro que ella lo recordaba, claro que en el instante en el que el celular vibró entre los múltiples objetos de su bolsa, ella lo sabía. 

Amanda nunca fue del tipo de mujeres que toman, mucho menos sola, y justo en eso pensó cuando abrió la botella de tequila que tenía en su armario, le dio un trago grande, el fluido caliente cruzó su garganta y llegó hasta su estómago, que apenas había procesado el par de galletas que la obligó la tía Mary, eso y dos tragos de café frío. 

Esteban fue amante del café, siempre que viajaban se aseguraba de probar los mejores cafés de cada región, le encantaba encontrar aquellos artesanales con sabores a frutos y especias, sabores que Amanda nunca encontró. Y entonces llegaron, cientos de miles de pensamientos, recuerdos. Uno tras otro golpeando el pecho, cara, brazos, manos, ojos, espalda y corazón de Amanda, dejándola sin fuerzas. Sus piernas se vencieron y la derrumbaron junto con la botella, un pedazo de la botella salió desprendido, pero el contenido se mantuvo en su lugar. Amanda se dejó ir, murió en llantos, en patadas, en golpes, se jaloneó la ropa hasta dejarla inútil. Maldijo, una y mil veces, hasta que no quedaron más palabras que gritarle al viento. Un manto negro se colocó frente a los ojos de Amanda, sus ojos dejaron de ver. Los nudos en la garganta continuaron acumulándose, uno sobre otro, como si esto fuese posible, cerrando el acceso al oxigeno, a cualquier cosa que la mantuviera viva. Los ojos se cerraron, Amanda dejó de existir. 

Un sonido conocido la hizo abrir los ojos de golpe, ¡los zapatos de Esteban! Buscó en su lado de la cama esperando verlo ahí, quitándose los zapatos, intentando no despertarla. La luz de la lámpara de Esteban estaba prendida. ¿Esteban, eres tu? dijo Amanda, esperando de hecho una respuesta. El silencio le jugó sucio, se burló de ella y la regresó a la realidad. Esteban no está, ya no. Amanda tomó un pedazo de cobija y se enredó lo más fuerte que pudo, clavó su cara en la almohada y gritó con todas sus fuerzas. El dolor se manifestó en su garganta, raspó y lastimó todo lo que pudo alcanzar. Entonces Amanda sintió un tirón de un lado de la cobija, quedó paralizada por un segundo. Sus oídos se agudizaron e intentaron escuchar algo, algún ruido que delatara la presencia de alguien. Silencio. 

Los músculos tensos de Amanda se relajaron un poco, respiró y se dijo que debió ser ella. Se giró para dejar sus ojos a la vista del techo y contempló las pequeñas grietas en la pintura. 

-Si, soy yo.

La voz de Esteban salió de la nada, literalmente, Amanda registró toda la habitación en un segundo, no había nadie, no podría haber nadie. Amanda se tomó la cabeza y asustada reconoció que finalmente había perdido la cordura. 

-No tengas miedo Mandi, no voy a dejar que nada te suceda.

Amanda comenzó a llorar, primero con ritmo cortante, y luego sin descanso. La voz de Esteban, esa voz grave que la acurrucaba por las noches, esa voz con sus labios, con sus besos, con su pasión. 

-¡Cállate! ¡Tu no eres Esteban! ¡No eres nadie! ¡No existes!

-Lo siento linda, no estoy seguro de si existo, o si soy de hecho alguien, pero si de algo estoy seguro, es que soy Esteban y si, aquí estoy. 

La voz salía de ningún punto específico, es como si fuera una grabación en la habitación completa. Debe ser una broma, una broma de muy mal gusto pensó Amanda. 

-Esto es muy extraño Mandi, me siento bien, pero a la vez siento...

-¡NO! No me hagas esto por favor. Si en verdad eres tu, déjame, estás lejos, estás.. Ya no estás. Déjame sola, vete. 

-Mandi, no tienes idea de cuánto lo siento, no llores mi vida, no voy a irme a ninguna parte. Soy yo, te lo prometo, aquí estoy, no voy a dejarte, te lo prometí ¿Recuerdas? ¡Te amo Mandi! Escúchalo bien, ¡te amo! 

Los brazos de Amanda rodearon sus rodillas, se hizo lo más pequeña que pudo. Esas palabras, esa voz, todo él estaba ahí. Podía sentirlo. Pero, no es posible. La última vez que lo vio fue en una caja, muerto. Mil preguntas, mil miedos, ¿Acaso estaría muerta? O podría tal vez ser un sueño. Tal vez se despertaría, y nada habría pasado, Esteban estaría dormido junto a ella, roncando dramáticamente, ella se levantaría y le daría un abrazo enorme, de oso, como sólo ella sabía darlos. La cama comenzó a dar vueltas, todo era tan real, las sábanas frías al mover un poco la mano, el olor a las almohadas recién lavadas. 

-Amanda.. creo que puedo.. 

Amanda sintió presión en su espalda. Dio un brinco y se soltó las piernas al instante. Se levantó de la cama asustada y corrió contra el librero, en la esquina del cuarto. Amanda se tapó los oídos y cerró los ojos con todas sus fuerzas.  

-¡Esto es increíble Amanda! Tienes que ver esto, ¡estoy moviendo la lámpara! mira, también puedo girar la botella de tequila... ¿Por qué está ahí por cierto? Está rota y hay pedazos por todas partes, ¿te hiciste daño?

Amanda se encerró en un caparazón, no escucha, no ve, no es. 

-Amor, ¿puedes sentirme? ¿sientes esto? Espera, no tiembles mi vida, déjame.. abrazarte..

Los brazos de Amanda se oprimieron contra su cuerpo, una fuerza la tomó y la dejó inmóvil, sus codos comenzaron a incrustarse dolorosamente en las costillas y Amanda soltó un gemido de dolor. El dolor no era tan físico como ella pensó, de hecho, se sentía bien. Por un segundo se dejó llevar por la sensación, y de hecho imaginó el cuerpo de Esteban abrazándola fuertemente, como un oso. Amanda dejó caer un poco su cabeza, y encontró una posición cómoda, justo donde Esteban se volvía su almohada favorita. Amanda se moría por abrir los ojos, pero temía que todo se esfumara si así lo hacía, así que ahí se quedó, por mucho tiempo. Esteban comenzó a mecer de un lado a otro a Amanda. Siempre hacía eso en los abrazos extremadamente largos, como diciendo, ¿y ahora qué? Amanda soltó un suspiro divertido.

-¿Amor? Mandi, yo.. quiero que sepas algo. No pude llegar antes, me hubiera gustado estar, tu sabes, ahí. Sé que debió ser muy difícil, de haberte podido evitar esto, sabes que lo hubiera hecho. Fue todo tan rápido, y cuando me di cuenta de lo que estaba pasando, tuve que luchar, luchar muchísimo por no olvidarme de todo, era como si todo lo que viví estuviera siendo absorbido, ¡me lo querían quitar! Pero me alejé lo más rápido posible, y me aferré a ti, pensé en ti lo más que pude, todo el tiempo y cuando por fin pude verte.. Pasaron días Mandi, estoy seguro, te veía y te veía, acostada, tirada en el piso, el tiempo pasa de una forma muy extraña, es como si fuera una fotografía, pero con movimiento, y de repente se pasa a otra fotografía, y pasó mucho más tiempo. Me cuesta mucho trabajo mantenerme aquí, es como si tuviera sueño, muchísimo, y todas mis fuerzas las tengo que enfocar en mantenerme despierto. Amanda, te amo, nada va a separarme de ti.

Amanda escuchó atentamente todo lo que Esteban decía. Imaginó el lugar, el estado en el que Esteban tuvo que luchar para volver. Se vio en los ojos de Esteban mientras lloraba desconsolada, debió parecer una loca, seguramente lo estuvo por un tiempo. Y ahora está ahí, Esteban la ama, y está ahí. Habían pasado efectivamente días. El teléfono dejó de sonar cuando se quedó sin pila, la puerta a veces sonaba, pero todo estaba tan callado que parecía que no había nadie en casa. Amanda recordó ese horrible día en el funeral, tener que soportar horas y horas de palabras que no hacían otra cosa que morder las heridas y abrirlas por completo. Amanda se quedó paralizada cuando el mejor amigo de Esteban, que era también su socio, le llamó por teléfono a una hora extraña, especialmente porque no hablaban nunca a menos que tuviera algo que ver con Esteban, nunca se llevaron muy bien. La voz del amigo sonaba preocupada, inquieta, hablaba de un problema grave, que no se pudo solucionar, de un accidente, tal vez algo del trabajo que Amanda no entendía. Entonces escuchó, le dispararon Amanda, salieron corriendo y cuando llegó la ambulancia era muy tarde, lo siento Amanda, no sé qué decirte, todos estamos muy consternados. Muy tarde para qué, preguntó Amanda, aún sin entender lo que sucedía. Esteban se nos fue Amanda. ¿Se nos fué? ¿Se nos fue a dónde? De pronto entendió todo.

-Amanda.. sabes que haría cualquier cosa, por estar contigo. Te amo, no voy a dejarte ¿Me escuchas?

Los labios de Amanda se abrieron un poco, sintieron el beso de Esteban, y se volvieron salvajes, como nunca antes. El sabor no era exactamente el mismo, de hecho no podía estar segura de que tuviera algún sabor en absoluto, pero se sentía a Esteban y eso le era suficiente. Se besaron por largo tiempo. Perdiendo un poco el temor a que se disolviera el momento, se trasladaron a la cama, y comenzaron a tocarse, Amanda sentía la mano firme de Esteban, pero él, era diferente, se sentía desnudo sin duda, pero no había piel, Amanda cerró bien los ojos, temiendo abrirlos y ver algo así como un fantasma, o alguna luz celestial. Esteban comenzó a besar el cuello de Amanda y a tomarla de los muslos. Amanda podía sentir la respiración de Esteban en su cuerpo, aunque no era precisamente cálida, se sentía bastante helada, como si le estuviera saliendo humo de la boca en un día nevado, y estaban en plena primavera.

-¡Oh no! ¡Está sucediendo otra vez! Amanda, no tengas miedo, voy a volver, ¡espérame!

Y así, en un segundo Amanda se quedó sola en la habitación, nuevamente sola. Abrió los ojos, y no había nadie. 





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