Esa carta que nunca escribi

Hay sentimientos que no fluyen, que se estancan en la garganta y nos dejan en estado de shock, hoy escribo por desahogo, por decir lo que mi cuerpo no me permite, lo que mis sentimientos por costumbre ocultan.

Las palabras siempre están ahí para ser manipuladas y moldeadas cuando uno lo quiera, es cierto que la costumbre y la comodidad nos ayudan a volvernos parte de lo que imperceptible, y es que es tan fácil caer en el confort de dejar el tiempo pasar, siempre habrá palabras después.

Esta carta la escribo por dolor, por tristeza, por melancolía, por autoconsuelo. Y es que tantas veces pensé en el momento perfecto para entregar una carta inesperada, tal vez irrelevante, pero siempre he defendido la lucha por lo que uno siente y eso es lo que hoy he perdido. Perdí una batalla contra el tiempo y la desidia, debí escribir esto a tiempo para evitar hacerlo hacia un monitor y no para ella, para ellos.

Abuelita, qué difícil es intentar conectar palabras que conduzcan a un recuerdo mutuo en el que los significados de abuela y nieta fueran más allá que un título hereditario. Muchas personas comparten lazos irrompibles con sus abuelos, y a veces me vi a mi misma envidiando esa clase de relaciones, pero ciertamente no soy nadie para quejarme, sé que me divorcié de los lazos familiares que me relacionaban con tíos, primos, cualquier cosa que hiciera distinción entre mi padre y mi madre, por lo que sólo pude fantasear con un momento como hoy, que mis palabras pronunciaran este deseo de conocer un poco más sobre mis abuelos, deben tener historias maravillosas. Siempre pensé que sería lindo escuchar unas cuantas, pero tendré que conformarme con escuchar mis recuerdos de la infancia, en la que sí convivimos mucho, jugaba todo el tiempo en tu casa abuelita, hice muchos destrozos, abrí muchos regalos de navidad en tu sala, y me divertí muchísimo esos años. Los extraño a veces abuelita, incluso esos días que gritabas molesta, que nos regañabas por ensuciar de lodo el piso de la casa -y ahora que lo pienso claro que tenías razón-.

Lloro por mi, como dicen, lloro por mi dolor, por mi falta de presencia en días importantes, porque siempre encuentro egoísmo para enfocarme en mis pendientes, en mis ambiciones, en lo que creo que me traerá frutos. Lloraré por mi, porque fui yo quien se perdió de su abuela, hace bastante tiempo y hoy tendré que esperar para encontrarme con otra oportunidad, quizá en otra vida, quizá en otro sueño, tal vez los papeles se inviertan y vea la ausencia desde mi propia experiencia.

No pido perdón por los días de ausencia física de eventos familiares, pido perdón porque me doy cuenta que nunca supe quién era mi abuela, no sé a quién le lloro, y lo siento con todo mi corazón, por no conocer tu historia, por no estar realmente, por favor perdóname Tita.

Buen viaje, que todos los recuerdos y rentimientos bellos te acompañen en el camino. Nosotros te pensamos con mucho cariño, te extrañaremos y te agradecemos cada momento. Descansa en paz abuelita, que tengas los mejores sueños de tu vida y que te acompañen a donde quiera que vayas.




Te quiero abuelita.

Comentarios

  1. A veces los vínculos los establecemos nosotros mismos con el recuerdo. No siempre es necesaria la presencia del otro -aunque sí se desea- para aprender quién es, quién fue y qué parte de sí se ha depositado dentro de ti.

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