Llévame Contigo
La pasta de dientes estaba regada por todo el lavabo. No había nada que molestara más a Lucía que la pasta de dientes sobre la cerámica de su baño, un baño compartido por cierto, con una chica foránea, simpática, pero muy descuidada. Lucía tomó el vaso junto al neceser, lo llenó con agua del grifo y dio un trago. Quizá era mucho pedir, pensó Lucía. Tomó una toalla y la pasó por toda la superficie hasta dejarla impecable. Ya en eso, algunas partículas de polvo ensuciaban el espejo, lo talló una y otra vez hasta dejar únicamente su reflejo. Era un día particularmente malo para su cabello, intentó arreglarlo, lo sujetó con una fajilla, eso la hizo ver por lo menos diez años menor, la idea no le desagradaba, pero al final terminó soltándolo nuevamente.
Su reflejo se movió ligeramente a la derecha. Lucía abrió los ojos para asegurarse de que no fuera un reflejo de la ventana, como el que generan los autos al rebotar la luz del sol. Era normal que una persona sintiera movimientos, especialmente en la oscuridad de la noche, cuando los ruidos y las pantallas mentales juegan con las formas de los muebles inertes. ¿Qué era distinto ahora? Sus ojos abiertos mostraban su color miel atigrado, pintados por la luz de medio día. Era completamente de día, no había nada especialmente tétrico en el ambiente. Los perros ladraban a lo lejos. Los autos pasaban en la avenida justo debajo de su apartamento.
De pronto su imagen en el espejo se distorsionó nuevamente. La chica en el espejo le sonrió y le guiñó el ojo. Lucía quedó totalmente paralizada. Esa sensación de sentirse ultrajada invadió a Lucía, nada más personal que su propia imagen, todo lo que ella conocía de sí misma, la unión con el mundo exterior estaba rota, su reflejo ya no era suyo. Se había vuelto loca. Los ojos de Lucía se llenaron de lágrimas por el pensamiento, mismas que no se reflejaban en el espejo. Esa chica seguía viéndola y solo sonreía. Lucía intentó salir del baño, intentó dejar de ver su reflejo, intentó moverse, era imposible, no podía controlar su cuerpo.
Sus ojos se cruzaron, como un puente, como una carretera de dos carriles. Lucía sintió cómo era arrancada, como si fuese posible sacar a una persona de su cuerpo, y sitió un frió terrible, todo a su alrededor estaba helado. Ella levantó la mano derecha, la observó detenidamente, a continuación levantó la izquierda, dedo por dedo, los movió como formando un abanico. Luego su rostro, sintió la piel tersa de su rostro, el calor de la sangre dando color a sus mejillas. Se acercó para ver un poco más cerca, un poco más. Ella dibujó una sonrisa maliciosa. Dio un paso hacia atrás, se dio media vuelta y salió del baño.
¡Órale! ¿Ya le hacemos al realismo mágico? Me encanta leerte. ¡Saludotes!
ResponderEliminar¡Muchas gracias Bernardo! Parece que si (jeje), es un género que disfruto mucho. ¡Un abrazo!
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