Tiempo

  La felicidad consume mayor cantidad de tiempo. Cuando uno es feliz, las horas se consumen a velocidades sorprendentes. ¿Por qué sucede tan rápido? ¿Por qué no puede uno controlar la percepción para disfrutar un poco más, incluso pausar ese momento para apreciarlo, como si fuese un lindo paisaje.
  ¿Es el tiempo entonces, un personaje cruel, que se alimenta de la felicidad? Deberíamos quizá hacer una revuelta, tomarlo por sorpresa, aprisionarlo y cuando esté distraído podríamos tomar el tiempo que nos corresponde, y si tenemos suerte, podríamos devolverle la eternidad de los momentos tristes. Porque nadie quiere vivir la espesura del término de una relación, o la muerte de un familiar, o la pérdida de un bien importante.
  Uno recuerda entonces, que los momentos que realmente nos definen son aquellos que nos ponen a prueba, aquellos que nos hacen sentir impotentes, que nos obligan a superarnos, a ponernos de pie cuando creemos que no nos es físicamente posible. La felicidad es lógica, es sosa y es como el agua tibia para la langosta.
  Si el tiempo caminara deprisa en los momentos adversos, no habría posibilidad de asimilar los golpes, para posteriormente aprender a evitarlos. Entonces, ¿El tiempo es un maestro? ¿Toma nuestra percepción de acuerdo a la necesidad de aprendizaje? Modifica los hilos para nosotros, para mostrarnos el camino. "Es él", nos dice cuando en un abrir y cerrar de ojos la mañana se transforma en noche, la noche en amanecer.
  ¿Quién le agradese al tiempo por su dedicación? Se le odia, se le reclama por ser tan puntual en eso del paso de los años, por producir en nosotros cambios que después de cierta edad comienza a deteriorarnos, sin remedio. Pero no somos, ni estamos hechos para ser eternos. Vienen nuevas generaciones detrás que también necesitan su oportunidad de experimentar y de ser. Como el tiempo, vamos de paso.

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