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Día de campo

–¡Gonzalo! dile a tu papá que baje las chamarras, está comenzando a hacer frío. Voy a estar junto a los árboles de allá. – Dijo Estefanía, una mujer joven, de unos treinta y tantos. Viste unos pantalones de mezclilla clara hasta la cintura, una camisa holgada de botones color rosa pálido. El cabello castaño claro se tiñe de dorado con los rayos del sol a contraluz. La luz de la tarde se pinta de anaranjado con tonos rojos y morados, el filo de los árboles, las plantas y objetos tiene un contorno casi mágico, las esporas en el aire se hacen visibles, como miles de mariposas diminutas que lo cubren todo. Gonzalo, un chiquillo de siete años, con sus botitas vaqueras, sus pantalones de mezclilla y su camisa alusiva a los vaqueros de las películas, una pistola color plateado brillante se asoma de una funda que cuelga de su costado izquierdo. Le queda bastante incómoda, ya que está diseñada para diestros, y Gonzalo nació en el lado incorrecto del planeta, donde viven los derechos, él tenía

Frontera

Dos toques a la puerta. Al parecer no hay nadie en el baño. Tadeo abre la puerta con precaución, echa un vistazo, primero en los urinarios, de las cajas de los retretes no se asoma ningún zapato. Entra rápidamente y cierra con seguro. Se acerca al lavabo, deja sobre el mismo su mochila color gris deslavado. La mochila tiene un desgaste evidente en las correas, algunos parches están bordados en la parte frontal con iniciales y dibujos extraños. Tadeo saca de la mochila un cubo de cristal del tamaño de una pelota de beisbol y cierra la mochila, se la cuelga en la espalda y se mira en el reflejo. Coloca la mano izquierda en el espejo y con la derecha juega un poco con el cubo de cristal, lo acaricia como buscando algo en la superficie transparente. Parece encontrarlo, frota una de las caras contra su camiseta, y esa misma cara la pone sobre el espejo. En ese momento la manija del baño que da hacia el pasillo comienza a moverse, alguien intenta abrir la puerta, pero esta no se mueve.

Advertencia de males inevitables y potencialmente peligrosos

Y ella le dijo.. Soy lo peor que te podría pasar. Soy veneno que entraría en tus venas hasta consumirte por completo. Perderías piso, la noción del tiempo. La barr era del mal y el bien la romperías para volverte un ente enajenado. La sociedad no volvería a llenarte, solo mis besos, mis brazos casi tronando tus costillas, mis tacones clavándose en tus zapatos al ritmo de mi locura. Yo que tú, correría lejos, sin voltear, me tomaría un buen trago de cerveza y huiría de mí y mis arranques de tango a las tres de la mañana. De mis doscientos perros rescatados, de mis mil y una horas de sueño. Él, a sus ojos, luego a sus labios, sonríe y responde -¿Dónde firmo?

Decisión

   Delia se sienta frente a su ordenador, toca la superficie helada y la pantalla se ilumina. Escribe su contraseña y espera a que aparezca la fotografía de fondo de pantalla. Fabián y ella están sentados en una mesa cuadrada, visten elegantes, ella un vestido tinto, el cabello suelto a un costado con rizos preciosos. Él lleva un traje color gris claro, una camisa blanca y un moño color tinto. Un toque romántico y justo para llamar la atención de Delia.     La imagen se cubre con decenas de archivos, todos con nombres como imagen_082612, ó Captura de pantalla 2015_07_23. El desorden le genera mucho conflicto, pero es precisamente la forma en la que se encuentra la mente de Delia. Sabe que algo está mal, pero ignorarlo a veces es una tarea más fácil, o cobarde. Delia abre su correo. En lo que se carga la página, revisa su celular por vigésima vez. No hay llamadas perdidas, dos mensajes nuevos. Los mensajes resultan ser imágenes que llaman a un patriotismo inexistente. El porcentaje

Fantasmas

El único fantasma al que temo es el de la nostalgia. Ese fantasma que te persigue y te arrastra al pasado. Se roba tu energía y se alimenta de tu tiempo. Rodea sus brazos, terminados en garras y se abraza a ti, te susurra al oído frases de memorias, te vuelve loco, pero no lo suficiente para hacerte notarlo.  Si no te das cuenta que está junto a ti incluso puedes dejarlo entrar a tu organismo, puede estrujar tu vientre, cortarte el flujo en la garganta y hacerte nudos, puede abrirse paso hasta tus ojos, contaminarlos para que tu percepción de los colores sea distorsionada, grisácea y lúgubre. Puede revolver tus océanos hasta hacerlos brotar cual cascadas embravecidas.  Cuidado con esos fantasmas, porque no aparecen detrás de ti en un espejo, ni eligen una hora específica para aparecer. Estos fantasmas se aferran a ti como parásitos y te consumen hasta que queda de ti poco, hasta que olvidas porqué existes y ellos han ganado.