Realidad Virtual.
Iniciar conexión.
Wenda se coloca los brazaletes en las muñecas mientras el visor muestra la animación de inicio. El iris de Wenda intenta adaptarse a la hiperestimulación de las luces. Toma 32 segundos sincronizar el sistema neuronal al procesador del VRC. Se reproduce un sonido notificando que la conexión ha sido exitosa. Wenda está en un pasillo con alfombra gris. Hay varias puertas a los costados. Camina directamente hacia la última del lado izquierdo, intenta abrirla y pero la perilla no gira. La proyección de un candado cerrado y una voz que dice. Acceso no autorizado, favor de introducir llave.
Wenda maldice y se gira para caminar a una puerta anterior. Entra en ella, en esta ocasión la puerta si abre. Está en un hospital ahora. Wenda hace algunos movimientos con las manos y una serie de numeros aparecen como un holograma. Seleciona un par y de un circulo de luz color verde neón que parece una ventana se abre una compuerta, dentro de ella se alcanzan a ver armas de distintos calibres. Wenda se acerca e introduce su brazo para alcanzar algunas de ellas. Sabe perfectamente dónde están las que busca. Son un par de pistolas de calibre bajo, a ambas les pone un silenciador. Toma también un pedazo de piel pesado y lo extiende, hay una serie de 7 cuchillos de distintos tamaños y formas. Wenda toma el más pequeño y lo coloca en una ranura escondida en el tacón de su bota. Una vez terminado hace una seña, gira la mano y la ventana de neón se cierra y desaparece al instante, dejando caer algunos pixeles brillantes que se disuelven en el suelo después de unos segundos.
Wenda camina segura por los pasillos del hospital. Las luces de los pasillos están parpadeando, no parece haber nadie. Llega al elevador, tiene un lector de iris como interruptor. Wenda saca el cuchillo y rompe la carátula del lector. Desconecta algunos cables y la puerta del elevador se abre. Una mancha roja salta a la vista. El suelo y parte de las paredes están manchados con una tinta roja en formas curvas y rectas con patrones que indican que ahí hubo una pelea. Wenda entra al elevador y presiona el botón del sótano. Las puertas del elevador se cierran y se escucha el cable corriendo en la parte superior. Un sonido anuncia la llegada al piso seleccionado. Wenda saca de sus costados las dos pistolas y las pone frente a sí. Cierra los ojos y espera el ruido de las puertas abriéndose.
En cuanto las puertas se abren varios ruidos provenientes de la habitación se dirigen a toda prisa hacia Wenda. Wenda apunta rápidamente hacia el ruido y dispara. Una, dos, tres, espera un poco y, cuatro y cinco. Wenda ahora abre los ojos. En el piso frente a ella están una especie de gárgolas muy delgadas y blancas. Tienen los ojos negros, y justo enmedio de ellos una luz se extingue para dejar un negro profundo. En la plancha de operaciones hay una tablet con la pantalla encendida. Wenda se acerca y la toma. Reproducir.
Un hombre con una bata blanca aparece sobre la tablet, es un video que parece haberse grabado desde el elevador. El doctor está hablando de un problema en el experimento, dice que los sujetos se salieron de control, lo que eran cuerpos completamente inertes comenzaron a mostrar señales de reconocimiento propio. En cuestión de minutos recuperaron la capacidad de lenguaje y el efecto de la anestecia se vio severamente comprometido. Ahora el doctor estaba bajando para colocar en el ducto de ventilación un veneno para matarlos a todos. También iba a matar a cualquier humano dentro de la instalación, pero era un riesgo que tenía que tomar. De pronto se escuchan ruidos en las puertas del elevador, el video tiembla un poco y luego apunta a las puertas que en ese momento se abren. Un bulto sale a toda prisa, es un enfermero, con expresión de terror en el rostro, cae sin poner ninguna resistencia. La mitad inferior del cuerpo cae hacia el frente y la mitad superior cae hacia atrás, ya sin vida. Atrás de los restos del enfermero hay un monstruo con ojos brillantes. Segundos después del techo del elevador cae otro de esos mostruos, y otro, y otro. Todos salen del elevador lentamente. En total son seis.
Wenda al darse cuenta, tira la tablet y apunta hacia los costados con ambas pistolas. El ruido del montruo viniendo hacia ella vino desde la parte inverior de la mesa que tiene frente a ella. Wenda sintió unas garras aferrarse a su pierna y tirar de ella. Wenda es arrastrada varios metros hasta que es lanzada hacia unas cajas de cartón. Wenda retoma el control lo más pronto que puede, una de sus pistolas ya no tiene balas, lo sabe por el peso, la deja caer. Toma la otra y apunta hacia el frente.
El montruo está parado ahí frente a ella. Sus ojos brillantes, como la proyección del espacio con todo y sus estrellas y sus soles. Wenda sostiene la pistola con firmeza, no da muestras de miedo o titubeo. El monstruo sacude su cabeza con fuerza, algo parece estarle ocurriendo. Se acerca a Wenda y le muestra ambas manos, como si le estuviera diciendo que no está armado, camina con dificultad y se acerca un poco más a Wenda. Wenda está alerta pero no dispara, da unos pasos hacia atrás y apunta a la cabeza.
El monstruo se gira para mostrarle la espalda. Wenda suelta un grito. La espalda del montruo tiene algo similar a un tatuaje, un buho parado sobre unas líneas curvas. Wenda reconoce el tatuaje y deja caer la pistola. Se para inmediatamente y se acerca al monstruo. Este retrocede y extiende los brazos para pedirle que guarde distancia. Wenda tiene un flashback, un video de una comida familiar, el tatuaje es exactamente igual al de su hermano. Aún mareada Wenda intenta recobrar la cordura. Se toca la cabeza buscando el boton de salida. Lo único que consigue es tocarse la cabeza en el mundo real virtual. Wenda se toma las muñecas queriendo abrir los sensores, pero no encuentra nada. Intenta con todas sus fuerzas sentir su cuerpo, sin éxito. El monstruo hace una expresión para llamar la atención de Wenda, quien se encuentra en shock. Wenda no consigue entrar en sí y como un sueño se pellisca intentando reconocer la falta de dolor. Pero ese pellisco se siente demasiado real y tiene que detenerse.
El montruo está parado ahí frente a ella. Sus ojos brillantes, como la proyección del espacio con todo y sus estrellas y sus soles. Wenda sostiene la pistola con firmeza, no da muestras de miedo o titubeo. El monstruo sacude su cabeza con fuerza, algo parece estarle ocurriendo. Se acerca a Wenda y le muestra ambas manos, como si le estuviera diciendo que no está armado, camina con dificultad y se acerca un poco más a Wenda. Wenda está alerta pero no dispara, da unos pasos hacia atrás y apunta a la cabeza.
El monstruo se gira para mostrarle la espalda. Wenda suelta un grito. La espalda del montruo tiene algo similar a un tatuaje, un buho parado sobre unas líneas curvas. Wenda reconoce el tatuaje y deja caer la pistola. Se para inmediatamente y se acerca al monstruo. Este retrocede y extiende los brazos para pedirle que guarde distancia. Wenda tiene un flashback, un video de una comida familiar, el tatuaje es exactamente igual al de su hermano. Aún mareada Wenda intenta recobrar la cordura. Se toca la cabeza buscando el boton de salida. Lo único que consigue es tocarse la cabeza en el mundo real virtual. Wenda se toma las muñecas queriendo abrir los sensores, pero no encuentra nada. Intenta con todas sus fuerzas sentir su cuerpo, sin éxito. El monstruo hace una expresión para llamar la atención de Wenda, quien se encuentra en shock. Wenda no consigue entrar en sí y como un sueño se pellisca intentando reconocer la falta de dolor. Pero ese pellisco se siente demasiado real y tiene que detenerse.
Wenda está asustada, el monstruo, o mejor dicho, Marcelo, golpea la pared para llamar la atención de Wenda. Señala hacia la pared. En el concreto está escrito con sangre:
El link ha sido hackeado, Gana o muere.
Wenda abre los ojos y sus piernas pierden fuerza. Cae sobre sus rodillas. Marcelo se acerca a una computadora y escribe cosas. El teclado comienza a quemarse con el contacto de la piel de Marcelo. Marcelo le pide con las manos que se acerque, entonces da un paso hacia atrás para evitar tocarla. Wenda se pone de pie y camina hacia la pantalla. En la pantalla está ella tirada en el suelo de su habitación, como si estuviera dormida. Tiene puestos los brazaletes y el visor está en su lugar.
Wenda abre los ojos y sus piernas pierden fuerza. Cae sobre sus rodillas. Marcelo se acerca a una computadora y escribe cosas. El teclado comienza a quemarse con el contacto de la piel de Marcelo. Marcelo le pide con las manos que se acerque, entonces da un paso hacia atrás para evitar tocarla. Wenda se pone de pie y camina hacia la pantalla. En la pantalla está ella tirada en el suelo de su habitación, como si estuviera dormida. Tiene puestos los brazaletes y el visor está en su lugar.
Wenda recordó que tiempo atrás había leído sobre la mente y el estado de sueño profundo. En el texto decía que la mente en cierto grado de descanso, es incapaz de diferenciar entre un sueño y la realidad, es decir, cualquier dolor vivido durante el sueño, se siente físicamente como si estuviera pasando en la vida real. El pecho comenzó a arderle como si un enjambre de abejas frías y agresivas la atacaran.
–¿Qué hacemos? –Le pregunta Wenda a Marcelo.
Marcelo señala su estómago. La piel blanquecina es de hecho un poco traslúcida, se alcanza a ver ligeramente lo que se encuentra detrás de él. Debajo del dedo de Marcelo hay algo brillante y plateado. Una llave. No. La llave para el último nivel está justo en el estómago de lo que parece ser Marcelo, su hermano, quien seguramente se encontraba jugando el mismo juego en la habitación de un lado. Wenda ha perdido toda actitud temeraria, ha vuelto a ser la chica de diescisiete que se desvela hasta las tres de la mañana jugando. Marcelo se acerca a Wenda y la tira del brazo, pone sus manos, o lo que podrían ser sus manos, que son más como una especie de tentáculos con garras afiladas al final, inmediatamente Wenda siente cómo su piel se quema, grita de dolor y cae de costado. Marcelo intercepta a un ser muy similar a él. Sus cuerpos generan un humo verde al tocarse, ambos se degeneran al tacto. Hay una pelea, se golpean contra algunas cosas que se rompen o se queman.
Marcelo señala su estómago. La piel blanquecina es de hecho un poco traslúcida, se alcanza a ver ligeramente lo que se encuentra detrás de él. Debajo del dedo de Marcelo hay algo brillante y plateado. Una llave. No. La llave para el último nivel está justo en el estómago de lo que parece ser Marcelo, su hermano, quien seguramente se encontraba jugando el mismo juego en la habitación de un lado. Wenda ha perdido toda actitud temeraria, ha vuelto a ser la chica de diescisiete que se desvela hasta las tres de la mañana jugando. Marcelo se acerca a Wenda y la tira del brazo, pone sus manos, o lo que podrían ser sus manos, que son más como una especie de tentáculos con garras afiladas al final, inmediatamente Wenda siente cómo su piel se quema, grita de dolor y cae de costado. Marcelo intercepta a un ser muy similar a él. Sus cuerpos generan un humo verde al tocarse, ambos se degeneran al tacto. Hay una pelea, se golpean contra algunas cosas que se rompen o se queman.
Wenda sa hace para atrás y se oculta detrás de una silla. Marcelo es empujado contra una caja y ésta se rompe con el peso. El montruo toma a Marcelo de la cabeza y lo levanta. Aparece la marca de las manos del monstruo en la cara de Marcelo, o de lo que parecía ser Marcelo. Éste se queja pero no puede hacer gran cosa. Con impotencia Wenda ve cómo su hermano es atravezado por las garras del montruo. Wenda grita desde el fondo de su pecho, no sabe qué tan real es, no sabe si su hermano está bien o si las consecuencias del juego se pasarán de alguna forma a la realidad.
Te las entrañas de Marcelo cae un objeto plateado. El Monstruo y Wenda ven el objeto y ambos lo reconocen. Es la llave al último pundo. Wenda y el Monstruo corren hacia la llave, pero finalmente es Wenda la que la sujeta primero. El monstruo intenta agarrarla pero ella se desvanece en cubitos de luz. El montruo golpea el suelo, se toma de la cabeza y hace algo parecido a un grito, En el último instante Wenda ve al monstruo, y juró ver expresiones humanas detrás de las facciones grotezcas, los brazos delgados y largos.
Wenda aparece en el pasillo gris nuevamente. Wenda siente náuseas y vomita un líquido con sabor metálico. Camina con dificultad por el pasillo y ve cada una de las puertas que simboliza un mundo con los distintos niveles que ya ha completado. Al final del pasillo está la puerta que intentó abrir previamente. Cuando está frente a ella hace algunos movimientos en el aire y aparece el círculo brillante, mismo que se abre para mostrar el contenido una vez más. Wenda saca un botiquín médico y al presionarlo su cuerpo se recupera completamente en un segundo, todas las cortadas y golpes desaparecen en un instente. De su pantalón saca finalmente una llave plateada, emana un brillo extraño, distinto a cualquier otra llave de otros mundos. Wenda la frota contra su pantalón para limpiarla ya que tiene una sustanca bizcosa y la introduce en el cerrojo. La puerta se abre lentamente. Wenda camina hacia una luz blanca que sale de dentro de la habitación. Wenda entra con los brazos frente a la cara protegiéndose de la luz cegadora.
La puerta se cierra detrás de ella.
La puerta se cierra detrás de ella.
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