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El sentir del odio

El coraje se amordaza, se enreda en la garganta y termina por desbordarse en momentos de ira y falta de paciencia. Los labios olvidan suavizar las ideas y los dientes rompen contra el mundo a mordidas despiadadas. El corazón cae y se lleva toda la sangre consigo. Llegan los mareos, la confusión y los suspiros hondos. Cuando la razón no cabe en una idea, sabes que has perdido tus estribos y se viene la estampida que no puede dejar otra cosa que un lodazal pestilente de vergüenza y hastío. El agua no quita la sed. La caja de pastillas se vacía, pero el dolor sigue ahí, punzando la cordura, rompiendo neuronas. No puedes mas que ver tu furia reflejada en los ojos de los monstruos que te asechan. Culpas a tu madre, culpas a tu padre, pero al final estás sólo en tu habitación, mirando al techo, apretando fuerte para resistir la noche y la soledad. Sabes que no hay más piso debajo. Te paras, te lavas, te limpias el odio y eres de nuevo... Tú.

La nena

La nena está perdida. La nena sigue sus pasos. Consigue un poco de comida y sigue buscando. La nena olvida que está buscando y empieza a convertirse en un transeúnte más. La nena pierde belleza y gana miedos con zancadas de patadas y piedras. La nena lleva dos semanas perdida. Un auto detiene el camino de nena, sale disparada unos metros e intenta pararse, no lo consigue. La nena está aterrada. Dos hombres se acercan e intentan robarla, ella patalea, pero el cansancio es tal... que prefiere morir. Han pasado unos días desde que Nena está encerrada de nuevo. Las paredes se hacen más pequeñas cada día. Lo conocido quedó detrás, lo irreconocible se ha vuelto su vida. Nena tiene collar ahora. Nena es tímida, pero se deja tocar. Nena se olvida del miedo y del hambre. Nena escucha un ruido muy fuerte, la puerta timbra, pero ella no lo sabe. Nena deja su paz y corre. La pequeña Sofía intenta calmar a Nena, pero sólo consigue asustarla más. Nena se vuelve dientes y gruñidos y ataca a Sof

Nunca

Nunca entiendes, nunca sabes. Pero siempre tienes frases que rugir. A veces todo es tan claro, que uno piensa que las cosas no deben ser tan fáciles. Hay algo más, seguramente detrás de todo y de todos, el mensaje dirá otra cosa. Pero sólo soy yo quien escucha hasta la última palabra, quien busca en el ser y el sentir el significado de tu nombre. No te sabes de nadie. Las cosas suceden, las palabras se dicen y no falta el día que la memoria lo distorsione todo. Comes ego y cagas sonrisas. A ti, persona sin nombre que te presentas en mi vida en distintos nombres, distintas edades, distintas formas. A ti, que te empeñas en verme mejor, en romperme en lágrimas y en hacerme más fuerte. No te digo gracias, porque no lo quería. No te digo quédate, porque dueles como fuego. No te digo lo siento, porque no lo siento. No te digo nada, porque no lo vales.

El mismo árbol

Todos los días durante diez años de mi vida caminé desde mi apartamento en el edificio D piso 2, hacia mi auto, un Jetta 95. Pero ahí no empieza la historia. Mi despertador suena a las 7:14. Tengo exactamente 60 segundos para levantarme de la cama, colocar mis pies desnudos, después de misteriosamente perder los calcetines en la inmensidad de una King Size y colocarme los lentes.  Una vez en marcha las cosas se hacen más fáciles. El baño, la cocina, el pasillo, el elevador, el jardín y el auto. Una vez tuve que patear un gato para poder llegar a tiempo, el minino se colocó debajo de la puerta del conductor, y por más que di gritos y pataletas, decidió arruinarme el día y si.. tuve que patearlo. No me siento particularmente orgulloso de ello, pero uno a veces tiene que defender sus derechos.  Ese gato se me vino a la mente el día de hoy cuando volvía del trabajo. Hago hamburguesas. Mi auto se detuvo 7 de las 9 veces habituales, 10 segundos en uno, un minuto en otro, cada semáfo

El arte de no equivocarse

Ser no importa si no se esta, estar no importa si no se demuestra, demostrar no importa si no se siente, sentir no importa si no se es.

De sentimientos rocosos

A veces uno se siente rocoso, con grietas y textura, muy frío y rígido. Es que a veces.. Uno olvida, uno piensa demasiado y uno deja de sentir. A veces uno se pregunta, qué seria de mi si hubiera sido cantante, bailarín, o pintor tal vez. La pregunta solo antecede a la nostalgia, a olor rancio a sueño olvidado y perdido. La rutina no duele, no perfora órganos, ni lleva a la muerte. Pero pesa diez vidas en los hombros y acumula polvo en la piel, en los ojos, en los oídos. Hasta que llega el día en que no se ven los colores del atardecer, o el cálido sonido de una buena canción. Y lo único que escuchamos es el color del asfalto, la prisa de verlo siempre detrás, pues el tiempo ya no alcanza. A veces pasa la vida y uno no se da cuenta. Uno hace mapas de lo que debería estar sucediendo, pero sin importar con quién, con qué y cómo, nunca es suficiente. Cada vez hace más frío, el olvido y la distancia del dispositivo luminoso. Cada vez hay menos humanos y más rocas.

Melancolía

No le escribas si te lastima. Si duele hasta el fondo, no lo hagas, no te rompas en palabras. Refúgiate en ellas, deja que te acompañen hasta que concilies el sueño. Acurrúcate, toma un té dulce y tibio y ve a la cama. Basta mujer, sácalo de tu mente, no te permitas llorar, ya no, ya fue suficiente. Y no escribas más nena, no lo vale. Cierra la pantalla y déjate llevar por la melancolía, pero lejos. Olvídalo, y deja que te olvide. Sonríe cuando creas que haces algo que le recuerde cuánto te extraña. Ponte linda, dedícate a ti, róbale tiempo al mundo y dedícalo sólo a ti. Agota la batería de tu paciencia y desconéctate de todo recuerdo.