Bajo un árbol, Esteban


Esteban es un muchacho listo, de aquellos que disfrutan una tarde de primavera bajo un árbol mientras lee un buen libro. Saborea el viento que transporta el olor a páginas llenas de historia. Sus lentes resbalan una y otra vez por su torcida nariz. Esteban instintivamente las vuelve a ubicar en su lugar. Sus dedos acarician la textura de las palabras en la portada del viejo libro. Las personas pasan junto a él pero Esteban parece estar en un lugar completamente distinto. 

Fin del capítulo. Su espalda resiente la posición y aprovecha el intermedio literario para refrescarse un poco. Ya está cayendo el sol, es el momento justo en el que el ambiente se tiñe de colores cálidos. Naranjas, rosas, morados, un poco de rojo, solo un poco. Las hojas de los árboles y el polvo forman tiras de luz dorada que se dibujan hasta tocar el suelo lleno de cientos de hojas secas que inundan el jardín. Esteban se talla ambos ojos y suelta un bostezo. Recobra la vista y tarda unos instantes en encontrar sentido a lo que ésta le muestra. 

Así como aparece el hilo delgado y casi transparente de una araña, un hilo que depende del ángulo y la luz que lo atraviesa para ser visible. Así apareció frente a Esteban un montón de formas casi completamente transparentes. Únicamente visibles gracias a los rayos de luz que los atraviesan como si fueran diamantes finos. Múltiples colores cambiantes viajan por los rostros de estas extrañas figuras humanoides. Esteban sonríe torpemente y gira la cabeza de un lado a otro, admirando lo extraño y hermoso de la situación. Las figuras son tremendamente altas, dos o tres veces más grandes que Esteban. Delgados, con una gran cabeza ovalada, inclinada un poco hacia adelante y hacia abajo, como si vieran el suelo mientras caminan con sus largas y delgadas patas de cristal, sin mover en absoluto los brazos que cuelgan en sus costados. Se mueven con una tranquilidad impresionante, sus cuerpos se balanceaban a cada paso. La paz y ternura que generan es tan grande que resulta imposible pensar en miedos.

El sol baja de a poco, sus rayos se hacen más tenues, se retiran de entre las ramas de los árboles. Las figuras se hacen cada vez menos visibles. Esteban se prepara para la despedida y llena de aire sus pulmones. La luz de los faros del parque se enciende y desaparecen por completo. Los ojos de Esteban se llenan de lágrimas, su corazón se detiene por un segundo y se deja ir. Esteban ríe y ríe mientras sus ojos se enrojecen por la humedad. Esteban fue testigo de un suceso que se repite cada un par de cientos de años. Dos mundos que se mezclan para mostrar a aquel que preste atención, una ventana de tiempo y espacio, en tan sólo unos pocos segundos los mundos que el universo guarda entre sus secretos.   

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