Carta de Horacio

Sábado 9 de Septiembre
Hoy maté a un hombre. Soy un asesino a sangre fría. Durante semanas fui el responsable de hacerle la vida imposible. Lo llevé a tal desesperación que no pudo hacer otra cosa que morir. No encuentro palabras para decir cuánto lo siento, supongo que me he vuelto loco. He perdido muchas cosas, he desesperado y definitivamente perdí la cordura. 

El hombre que maté hoy se llama Ignacio Sánchez Martínez. Era un hombre exitoso, un doctor jubilado. Tiene dos hijas y un nieto. Su dirección está apuntada en mi agenda, en la última página, ahí están sus datos, agradecería que se les informara del fallecimiento de su padre. Muy lamentable. No pudieron reconocer sus restos, lo escuché en el radio, pero estoy seguro que es él. 

Me queda sólo explicar mis motivos. La verdad es que la vida de Ignacio fué fascinante, un excelente hombre, ha sido un verdadero placer escribirlo, sus palabras siempre fueron excelsas, me regaló giros dramáticos, me llevó a conocer personajes tan interesantes, y bueno, seguramente no podría haberlo escrito sin él. Es una obra maestra. No puedo llevarme todo el crédito, la mayoría lo hizo él. Pero sin duda, gracias a mi, Ignacio será una leyenda. 

Encontrarán los detalles en mi manuscrito, en el segundo cajón del escritorio de mi oficina. La llave está debajo del tapete de mi habitación. Francisco, hijo mío, siento que seas tú quién me encuentre así, sabes cuánto amé mi cerebro, cuánto tiempo le dediqué, y ahora debes estar viendo un desastre. Llama a tu madre, dile que la quise, que siento mucho haberla dejado ir, y dile que su esposo es un idiota. 

Hoy le he dado sentido a dos vidas, y hoy las termino para convertirlas en historia. Seremos inmortales Ignacio. 

Con cariño.
Horacio Bonilla 


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