El Juego de las Sombras
El timbre de inicio de clases acaba de sonar. Calvin baja de la camioneta tipo SUB de su padre, se despide rápidamente y emprende la carrera para evitar el castigo por llegar tarde. El camino al salón estaba casi despejado, unos cuantos estudiantes corren a sus respectivas aulas. Calvin sube un par de niveles para llegar al pabellón de cuarto grado, el salón número tres con la letra C grabada en la puerta. Calvin tuvo que tocar la puerta, pues la maestra ya se encontraba al frente hablándole a sus compañeros. Calvin espera respuesta, y por fin la maestra abre la puerta. Le pide que tome asiento después de anotarse en la lista de los retardos, una cartulina pegada en la pared del pizarrón.
Aquella lista condenaba a sus integrantes a quedarse 5 minutos dentro del salón después del toque del receso, sólo restarían veinticinco minutos para comer y jugar un rato. Podía significar poco, pero en tiempo juego 5 minutos son la diferencia entre ser el jugador estrella, o uno del montón. Calvin se sienta en la última hilera de bancas, levanta la cubierta de su mesa y saca uno de sus cuadernos y una pluma. La maestra había comenzado con el temario del día cuando nuevamente suena la puerta. En la pequeña ventanilla se alcanzaba a ver una de las secretarias del colegio, la mujer encargada de llamarle a los padres para que pasaran por sus hijos en caso de presentar alguna enfermedad.
La maestra se dirige a la puerta, les pide un segundo a los estudiantes y sale. Un pretexto perfecto para hablar del capítulo estreno de Dragon Ball Z. Todos estaban emocionados por el desenlace inconcluso, el sonido se eleva bastante hasta que la puerta vuelve a abrirse y todos guardaron silencio de repente. La maestra entró junto con un muchacho, traía el uniforme equivocado, vestía el uniforme de gala, que únicamente se utiliza en honores a la bandera y en ceremonias especiales. Algunas voces se burlaron del error del chico. La maestra pide silencio y presenta a un nuevo estudiante que se había mudado a la ciudad para unirse a la comunidad. Su nombre era Vincent. Un chico flacucho, con mirada tímida, una cara fina, casi femenina, ojos verdes, cabello castaño claro. Los asientos estaban todos ocupados, así que la maestra la pidió que tomara una silla extra y se sentara junto a quien él eligiera, mientras pedían al conserje que reacomodara las bancas para incluir un espacio extra. Una especie de complot de miradas suplicaba que el chico no los eligiera como compañeros de butaca, porque significaría que debían ser amigables e invitarlo a pasar el receso junto con ellos, llevarlo a jugar y sinceramente, Vincent no parecía ser un espécimen del tipo atlético, o hábil para cualquier cosa.
Vincent tomó la silla y caminó entre las butacas, todos evitaron hacer contacto visual para denotar indiferencia. Vincent volteaba de un lado a otro, no se detuvo en ninguna de las hileras. Llegó al final, y terminó junto a Calvin. Puso la silla en el pasillo, impidiendo que cualquiera pudiera pasar a la parte posterior del salón, colocó sus cosas en el piso y se sentó, justo en el pasillo entre Calvin y Benjamin, dos de los estudiantes más altos del cuarto grado.
El resto de la mañana transcurrió más o menos como era habitual. Tuvieron la clase de matemáticas, de historia, de geografía y en ningún momento hubo alguna interacción entre los chicos. Vincent encontró la forma de utilizar sus propios libros como soporte para escribir, traía un estuche con todo lo necesario por lo que no tuvo que dirigirle la palabra a ninguno. Fue un alivio para Calvin.
Eran las once cincuenta y cinco cuando la maestra pidió a los alumnos que comenzaran a guardar sus cosas, el receso comenzaría en cualquier momento. Calvin recordó entonces su castigo, sería el pretexto perfecto para evitar salir junto con Vincent y verse atado a él el resto de la semana. La maestra se dirigió a Vincent, le explicó que en su grupo tenían una regla, cualquiera que llegara después del toque debía quedarse cinco minutos del receso dentro del salón, le dijo que no podía hacer una excepción, por lo que tenía que pasar cinco minutos dentro del aula y luego podría salir. Vincent sólo asintió con la cabeza. Justo en ese momento comenzó a sonar "In The Moon", de Gleen Miller, la canción con la que anunciaban el inicio del receso. Todos se pararon inmediatamente y salieron del salón con sus loncheras y algunos balones en mano.
Calvin guardó sus cuadernos en el interior de la mesa y se quedó con los brazos cruzados en silencio, esperando que pasaran los 5 minutos más largos de su vida. Los ojos de Calvin no se apartaron de las manecillas del viejo reloj, que estaba justo arriba del pizarrón verde. La maestra, quien terminó de guardar sus cosas, le pidió a Calvin que cerrara la puerta con llave al salir y que apagara los ventiladores, y desapareció tras la puerta.
Vincent y Calvin estaban sentados uno junto al otro sin decir nada. A lo lejos se escuchaban los gritos y risas de los mil doscientos estudiantes de primaria. Calvin intentó con todas sus fuerzas evitar voltear a ver a Vincent, que había comenzado a moverse y a hacer ruidos extraños. No fue hasta que Vincent se paró que Calvin cedió a su curiosidad. Vincent comenzó a correr entre las bancas, como buscando algo entre las sillas y mochilas. Decía cosas, pero Calvin no alcanzaba a escucharlo.
–¡Te tengo!– Dijo Vincent sosteniendo un borrador de dos colores, de esos que supuestamente son capaces de borrar tinta de pluma, que lo único que hacen es perforar la hoja, haciéndola inservible. Calvin pensó que estaba loco de remate, que tal vez era una de esas personas necesitadas de atención que hacía cosas raras. Estaba por apartar la vista y volver al reloj cuando el borrador se soltó de las manos de Vincent, y cayó al suelo y comenzó a avanzar por la segunda hilera frente al escritorio de la maestra, subió la tarima que mantenía elevado al profesor del resto del salón, y luego subió por la pared hasta llegar al pizarrón. En el pizarrón, una especie de sombra parecía estar sujetando el borrador, y al borrar el exceso de tiza se podía leer una frase.
Tus compañeros nuevos son aburridos ¡Tu eres aburrido, ratón! Vamos a jugar afuera.
–Escuchaste a la maestra! tengo que quedarme cinco minutos, - Le dirigió una mirada incómoda a Calvin y dijo en voz baja, pero audible– estoy castigado.
Calvin no sabía qué hacer, tuvo un impulso de salir corriendo por la puerta de la parte de atrás del salón, y contarles a todos lo que acaba de pasar. Pero los nervios lo traicionaron y no le permitieron hacer otra cosa que soltar una risita tonta, incapaz de contenerla, Calvin clavó su cara a su suéter y lo abrazó con todas sus fuerzas. Vincent volteó a ver a Calvin, y pareció que éste se burlaba de Vincent. Vincent frunció la boca y arqueó las cejas para mostrar su enojo. Giró hacia el pizarrón y dijo en voz alta.
– ¡Se esta burlando de mi, Walt!– Acto seguido, el borrador cayó al suelo, inerte y una sombra se movió por el techo del salón y se dirigió a Calvin. Calvin sintió que lo tomaron de las muñecas y de los tobillos y lo arrastraron por el pasillo trasero, hasta la pared, y lo levantaron hasta llegar al techo. Calvin estaba aterrado, la risa se convirtió en gritos de ayuda. Ahora era Vincent quien reía.
–Bájalo ya Walt, creo que ya entendió el punto. – Calvin giró un par de veces, como si estuviera atado a una tómbola de esas que salen en la televisión en las que puedes ganar dinero si la flecha se detiene en un color específico. Calvin fue arrastrado nuevamente por la pared y fue depositado en el suelo, Vincent no dejaba de reír. Justo en ese momento la puerta de la parte delantera se abre un poco y se asoma la cabeza de la maestra.
– Ya pasaron los cinco minutos chicos, ya pueden salir al patio. ¿Todo bien por allá atrás Calvin? – Dijo la maestra al verlo en el suelo, recargado en la pared, con el cabello y ropa desaliñados.
Vincent volteó hacia Calvin, dando la espalda a la maestra y lo miró fijamente, como esperando una respuesta también. Calvin dijo rápidamente – Todo bien, maestra.
–Calvin, lleva a Vincent al patio, enséñale dónde están los baños, y preséntalo con tus amigos, hazlo sentir bienvenido ¿Quieres? y no olviden cerrar la puerta con llave al salir, nos vemos al rato Vincent – La maestra desapareció, ahora sin cerrar la puerta.
Vincent sonríe y le extiende la mano a Calvin para ayudarlo a pararse. Calvin lo mira sin aceptar la ayuda.
–Empezamos mal, lo siento ¿Calvin? me llamo Vincent. y él se llama Walt, no le gusta que me molesten, pero por lo general es bastante amigable, no te asustes, no íbamos a hacerte daño. – no tuvo respuesta de Calvin y siguió– ¿Vamos a dar un tour? Quiero conocer el lugar ¿Puedes... no hablar de esto? Te prometo que no vuelve a pasar.
–¿Quién es Walt? ¿Qué es Walt?
–Walt, Walter es.. Es mi hermano mayor. Tuvo un accidente hace unos años, cuando yo era pequeño, y bueno... Desde entonces está conmigo casi todo el tiempo, jugamos, hablamos y a veces hasta me ayuda con la tarea, es muy bueno con matemáticas y ciencias. –En ese momento el globo terráqueo comenzó a girar.– Sí... También en geografía. Walt me dice todo el tiempo que le diga a nadie, dice que podría ser peligroso, pero te estuve observando y pareces un buen chico, y él lo piensa también, me lo dijo. ¿Tu mamá murió hace mucho, Calvin? – preguntó Vincent.
Los ojos de Calvin se abrieron tanto que casi salen de su órbita –..¿Cómo sabes que..?
-Me dijo Walt, no se aparta de ti, que vino a cuidarte, perdón, acompañarte. Dijo que es muy hermosa, se parecen mucho, tienen los mismos ojos.
–No te creo. Estás jugando conmigo. –Dijo Calvin, casi gritando.
La sombra que hasta el momento se había mantenido oculta detrás de Vincent se movió hacia el pizarrón, tomó una tiza y comenzó a dibujar. Era el rostro de una mujer. Era la madre de Calvin.
Los ojos de Calvin se llenaron de lágrimas. Un par cayeron por sus mejillas pero inmediatamente las secó con su mano, para evitar parecer como un cobarde.
Calvin se pone de pie y le pregunta a Walt. – ¿Puedes verla?
–Yo no, sólo Walt puede ver personas, a veces sí puedo, pero hoy no. –Se hizo un silencio incómodo– Vamos afuera, ya casi se acaba el receso y muero de hambre. Podemos platicar lo que quieras, pero necesito comer algo.
Calvin se limpió la cara y tomó la bolsa de plástico donde estaba su comida y ambos salieron al pasillo, completamente sólo.
–Eso que hizo, lo de levantarme... ¿Qué tanto puede hacer Walt?
–Me ha ayudado con exámenes, me pasa las respuestas. También puede viajar lejos, dice que ha ido al otro lado del mundo, conoce París, conoce Alemania, ha ido a muchísimos lugares, me platica de todos sus viajes. También puede cargar cosas muy pesadas. A veces puede controlar la energía. Puede prender y apagar luces. Y.. También puede ver personas muertas. Dice que le da miedo, porque algunos no son buenos, dice que lo obligan a hacer cosas que no quiere.
–¿Cosas? ¿Como qué cosas?
–No le gusta hablar de eso, me está diciendo que te pida que no hablemos de ello. Que no estamos solos en este momento.
Calvin volteó a ver sobre su hombro, no había nadie, ya estaban bajando las escaleras hacia la planta baja, no había absolutamente nadie. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Siguieron caminando hasta llegar al gran patio donde todos ya habían terminado de comer y comenzaban a jugar. Basquet, quemados, y algunos jugaban "las traes".
–¿Puedes preguntarle por mi mamá? ¿Qué dice?
–Lo siento, me dijo que lo estaban siguiendo, tuvo que irse. A veces pasa eso, cuando se dan cuenta... los otros... de lo que puede hacer, lo persiguen y quieren que haga cosas para ellos, como hablarle a sus familiares, mandar cartas y cosas así. Una vez lo atraparon, no supe de él en días, cuando consiguió volvió, no me dijo qué le pasó, pero estuvo serio un tiempo. Normalmente me dice todo, si no puede decirlo me lo enseña, a veces puede hacer eso, me deja ver lo que está viendo, como una visión o algo así, pero esa vez simplemente no me dijo nada.
–¿Tus padres saben que puedes hablar con Walt?
–Mis padres murieron también,– Hizo una pausa– en el mismo accidente, con ellos no puedo hablar, dice Walt que él tampoco los ha visto, creemos que están en el cielo, o a donde quiera que van los muertos, bueno, los que sí se van. Vivo con mi tío, lo ascendieron a director de una fábrica de licor, así que tuvimos que mudarnos aquí. Dijo Walt que era más seguro, que llamaríamos menos la atención, es una ciudad más grande. Hay tienda de videojuegos, así que por mi está bien.
Calvin y Vincent estaban caminando por un costado del patio central, se dirigieron a una banca de piedra que se acababa de desocupar, justo debajo de un árbol. Ambos se sentaron en un extremo. A lo lejos Calvin escuchó a un grupo de sus compañeros hablando y riéndose de ambos. Calvin se sintió un idiota, un geek a lado de Vincent, quiso pararse en ese momento y dejarlo comiendo sólo, pero una parte de sí estaba intrigado por todo el asunto de Walt.
Calvin sacó un sándwich de la bolsa de plástico y le quitó la servilleta que lo envolvía. La bolsa de Calvin salió volando hacia una rama del árbol y el envase de vidrio de su jugo se reventó, causando un gran estruendo. Tanto Calvin como Vincent se asustaron. Calvin lanzó una mirada a Vincent, y éste dijo en voz alta.
–¿Walt? ¿Porqué hiciste eso? Van a descubrirnos. –Esperó alguna especie de respuesta y al parecer no la obtuvo. – ¿Walter? ¿Eres tu? No es gracioso.
El pantalón color caqui del uniforme de Calvin se hundió a la altura del tobillo, con la marca de una mano. Vincent no tuvo tiempo de reaccionar. Algo tiró de Calvin, lo jaló a través del patio central, la tierra, el cemento lastimaban su rostro, y rompían su ropa con la fricción, los brazos y rodillas se llenaron de raspones. Calvin intentó agarrarse de algo, pero no había nada firme que pudiera sujetar., hundió sus uñas, que empezaron a sangrarle inmediatamente, pero no se detuvo. Todos en el patio se quedaron perplejos, algo estaba arrastrando a un niño de cuarto grado, un chico que todos reconocían de vista, pues era bastante bueno jugando al básquet, era pesado y fuerte. Vincent corrió hacia Calvin para intentar tomarlo de la mano, pero iba demasiado rápido, en cuestión de segundos recorrieron los 150 metros del patio central.
Al fondo, junto a un muro de piedra al final de la última cancha de básquet, una de las alcantarillas de hierro sólido, de por lo menos unos 60 kilos salió volando por los aires. Vincent hizo su mayor esfuerzo y llegó justo a tiempo para sostener uno de los brazos de Calvin para evitar que fuese succionado por la alcantarilla, de poco más de medio metro de diámetro. Calvin tenía una expresión de terror, Vincent lo sujetó con todas sus fuerzas, pero el sudor de sus manos hizo que la fricción se perdiera. Las manos de Vincent se quedaron paralizadas, con la forma del brazo de Calvin, como si aún lo tuviera entre sus dedos, se quedó en shock, como todos los niños alrededor.
Calvin desapareció en el fondo de la alcantarilla con varios metros de profundidad, en una oscuridad absoluta, no se escuchó absolutamente nada, todos estaban inmóviles. El silencio se rompió por un niño de primero o segundo grado, soltó un grito agudo y aterrador, y todos empezaron a gritar y a correr hacia los salones.
Los bomberos llegaron poco después. Buscaron por toda la cañería, buscaron en los canales, no encontraron señales de Calvin. Llegó la policía, llegó el padre de Calvin, y golpeó a un par de niños, intentando encontrar explicación lógica en la desaparición de su hijo. Un oficial tuvo que detenerlo, lo llevaron preso por golpear a menores. Los padres de los niños no presentaron cargos y salió horas después. Al funeral fueron literalmente todos los del colegio, la directora, los maestros y todos los de quinto grado, incluso los de otros salones. La noticia no dejó de sonar en el radio, en la televisión y en los periódicos no se hablaba de otra cosa.
Vincent después del incidente, de la investigación policiaca, de las entrevistas con los medios, se mudó a otra ciudad, no volvió a hablar con nadie, no salía de su cuarto, a penas comía, no dormía nada en días. Su tío lo metió finalmente a un hospital psiquiátrico, donde lo medicaban suficiente para dejarlo dormir un par de horas. Vincent no volvió a saber de Walter.
Comentarios
Publicar un comentario