El Baile de las Flores
Yeyeth atraviesa el campo de flores que rodea la cabaña de su viejo. Ellas se inclinan hacia los lados para permitirle el paso. Yeyeth suelta un chiflido que resuena por la copa de los árboles más cercanos. Un destello vuela hacia ella a toda prisa. El destello provenía de un ave cuyas plumas están formadas de pequeños espejos, se detiene en el hombro de Yeyeth y sus ojos negros profundos se cruzan, las plumas del ave producen un sonido hermoso al frotarse entre sí. Yeyeth coloca su mano sobre el ave y le acaricia la cabeza con ternura.
Se escucha un ruido, unas ramas que crujen al ser destruidas con una zancada pesada y lenta. El ave se refugia debajo del cabello negro y lacio de Yeyeth. Un extraño ser de por lo menos dos metros de altura se acerca en línea recta hacia ellas por donde empieza el bosque. El ser viste una capa negra hasta los pies, porta una máscara blanca con un pico largo y grueso, la mascara simula el cráneo de algún animal o quizás lo sea. La máscara apunta hacia el suelo por lo que poco puede ver del camino y aún desconoce de la presencia de la pequeña. Los hombros del ser se tambalean de un lado a otro, como lo haría una balsa a la merced de la corriente marina.
Yeyeth no muestra expresión alguna ni se aparta del camino. El ser se detiene abruptamente al cruzarse con la sombra de Yeyeth. No se pronunció palabra ni se emitió sonido por bastante tiempo, finalmente el ser pronunció:
–Ahora existes, pequeña, puedes hablar. Dijo el ser con un gran esfuerzo y un tanto molesto.
–Disculpe que interrumpa su paso Zeuj, soy Yeyeth de Anul hija de Rethaf.– Yeyeth baja la cabeza como reverencia y prosigue–. Si me permite seguir hablando quiero decirle lo siguiente. Sé a dónde se dirige, y sé cuál es su intensión. Es un viaje noble y sumamente valiente el que usted hará, me gustaría pedirle un favor.
–Eres valiente querida Yeyeth de Anul, sin duda. Hablarme directamente puede considerarse una ofensa y podría arrebatarte el corazón por el descaro. Y siento decirte que no concedo favores, he venido por tu padre para cruzarlo por el río, se le ha prestado tiempo y es momento de que lo devuelva, como en algún momento vendré por ti, ahora apártate y déjame seguir.
–Si me permite volver a dirigirme a usted, no es tiempo lo que le quiero pedirle. He disfrutado junto a mi padre el tiempo que le fue otorgado. Quiero pedirle Zeuj, que al cruzar el río le permita a mi amiga posarse sobre su hombro, sin más, sólo eso. Mi padre tiene la costumbre de quedarse dormido al instante con su canto. Quiero que su viaje de vuelta al ciclo comience así, con un sueño profundo.
La máscara del Zeuj se levanta para encontrar los ojos de Yeyeth. Los ojos del Zeuj eran blancos y completamente redondos. A pocos se les había concedido ese honor. Yeyeth lo sabía.
–Tu padre está acompañado, querida Yeyeth y continuará de ese modo hasta terminar nuestro viaje, ahora déjame pasar.
Yeyeth le susurra algo a su amiga, el ave sale de entre su cabello y vuela hasta la capucha del Zeuj, y se posa en la parte más alta, da algunos brinquitos hasta encontrar el lugar indicado para sostenerse. Yeyeth da dos o tres pasos hacia atrás y sus ojos se llenan de lágrimas, siente la brisa con olor a mar, una sensación de calma, de paz la inunda por unos momentos, después de disipa y deja en su lugar un sentimiento de soledad e impotencia. Yeyeth no puede seguir el recorrido del Zeuj con la mirada. En Zeuj entra a la cabaña y el sonido de la puerta golpea detrás de él.
El bailoteo de una de las flores la acompaña hasta que escucha la puerta de la cabaña abrirse y cerrarse nuevamente. El sonido de las zancadas se aleja hasta que desaparece por completo.
Créditos de la Imágen: [ Still Village ] Via Sumerian Records
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