Crónicas de un semáforo
El semáforo de José “Pasando la tarde con un lavacoches singular” José Luis se levanta cerca de las 6 de la mañana, se mete a bañar, con agua fría para despertar más rápido. Una playera, unos pantalones viejos y unos zapatos rotos son su uniforme de trabajo. Al cuarto par las ocho, solía llevar a su hijo Roberto a la escuela, pero desde que tiene 13 años se convirtió en un muchacho rebelde y dejó de ir, en parte por influencia de sustancias tóxicas; por supuesto José Luis desaprueba, pero el padre dice no tener poder sobre las decisiones de su hijo. Desgraciadamente la otra razón para su baja academica es por la vergüenza. Todos los hombres de la familia sufren de una sordera hereditaria, y al no contar con suficientes recursos para comprar aparatos y llevar terapias, pues básicamente aprendieron a vivir así. Desde hace un par de años Robertito es un apodo inadecuado, ya que es todo un muchacho, pareciera ser mayor de edad, pero solo tiene 16 años. Roberto acompaña a su padre José