Cuadro de cristal

La voz de Alex acompaña mi pensamiento mientras mis ojos buscan pretextos para soñar. La lluvia golpea los cristales de la camioneta distorsionando el paisaje. Un árbol llama mi atención, sus ramas inclinadas en ángulos inusuales le dan un aspecto bastante lindo a la vista, y ahí me quedé. Justo cuando admiraba la forma de sus hojas una gota gigante me asustó. La forma de las hojas, de las ramas, la forma de todo cambió, se hizo escurridiza y se derretía. Entonces me dí cuenta de la existencia del cristal que se encontraba entre mis ojos y el árbol, por un segundo sentí una desesperación casi berrinchuda e infantil. La voz de Alex nuevamente y mis ojos se encontraron con los suyos, el hablaba sobre cambios, sobre la vida, sobre lo obvio. Pero sus ojos decían cosas mucho más profundas e interesantes, sus ojos hablaban de certezas, de sentimientos profundos y de sueños. Mi obsesión por sus ojos le llamó la atención y preguntó si todo estaba bien. No era suficiente la sonrisa que pintaba mi boca. Pinté un beso entonces, con pequeñas pinceladas, sin prisa, con cuidado, pero sin miedo a equivocar el trazo. El cuadro quedó divino, un suspiro y frentes cruzadas sellaron la magia.

Volviendo a mi, o saliendo -es difícil saberlo- cada gota que caía en el cristal daba una vista única, corría el paisaje como si literalmente se estuviera pintando ante mí. Las luces de la calle creaban sombras y reflejos, el pavimento mojado regresaba el reflejo de todo lo que se encuentre sobre él. Simetría, color, movimiento, luz y efecto de pintura al óleo. Imaginación, despierta ahora linda. Cristal, gotas, profundidad del paisaje, han de unirse ahora como un solo plano, una verdadera pintura necesita de la recolección de elementos individuales, necesita un director que una cada uno de ellos y les dé su lugar en la imagen. Y ahí estaba yo, pidiendo a cada árbol, cada muro, cada farol de calle que se uniera a mi visión. La paz con la que accedieron fue imperceptible, excelentes actores, cada uno asume el rol que les pertenece y no otro. El automóvil no dejó de ser un automóvil, no quiso robarse el protagonismo y se mantuvo quieto, la luz de la calle bailoteaba para darme más opciones a elegir, todas quedaron excelentes. Incluso el gato que apareció en el extremo inferior izquierdo fue la mayor sorpresa, son cosas que no puedes planear y debes estar en el momento indicado para capturarlo. Todo en su lugar, las pinceladas cumplen su cometido y listo, gracias a todos. El cuadro quedó perfecto.


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