Espejos de azfalto


La historia del suelo se pinta de plateado con tonos ámbar. Luces que bailan al compás del silencio. Viva armonía de ondas expansivas que amplifican las huellas del viajero, como si fueran con prisa a correr la voz de la aventura que viene a continuación. La luna y la tierra se unen en complicidad para formar paisajes magníficos. No ayudan a caminar, pero si acompañan en el trayecto. 

 Cae una brisa que perfuma y alimenta la imagen vanidosa de la noche. Belleza pura cuando cae sin penas y descubre en su camino el lugar siempre perfecto para romperse. Arte en todos sus sentidos, pinturas al óleo y acuarela. Esculturas y danzas aéreas de infinidad de matices y densidades. Y la música, la verdadera música de notas inalcanzables. Cada existencia suya descansa donde ella quiere y se disuelve en miles de partículas que acompañan para forzarse a sí misma a construirse en el recuerdo de los sentidos.  

   Bajo mis pies se encuentra un mundo de reflejos y verdades. El sonido es la certeza de que mis pies siguen unidos al mundo. Verme en el reflejo no me despierta más que una perspectiva de mi misma. Pero qué más puedo pedir. Cada paso que doy distorsiona mi imagen pero la hace más real. La distancia entre mis pies y el suelo se rompe y se magnifica a un mundo en el que no existen fondos. El suelo no es más que el inicio de un mundo nuevo, uno subterráneo y bizarro. romper con la concepción de un fin me llevó a una forma de ver la vida que al principio puede sonar incrédula y ridícula. Mente maravillosa que no necesita razones ni vehículo alguno para viajar. Benditos ojos míos que se abren para dejar de ver y se disponen a pintar imágenes inexistentes en sombras y siluetas. 

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