El noble caballero de la noche

Imagínese usted esta escena.
Me encontraba yo ahí parado bajo el pilar que me correspondía. Tomé el turno de la noche, simplemente porque no soporto el sol quemándome los brazos mientras sostengo la lanza. Nunca fui particularmente bueno con la lanza, prefiero la espada o el arco, pero para eso uno necesita tener contactos, los altos mandos no se ganan con buenas habilidades, seguramente podría atravesarle tres veces el cuello a mi comandante antes de que pudiera darse cuenta que ha perdido también el brazo que sostenía su espada.

Pero así es esto, y uno no se queja, uno cuida su pilar esperando que algo interesante suceda en sus horas de guardia, aunque eso podría significar cientos de miles de rebeldes corriendo enfurecidos hacia ti. A veces sus motivos son tan buenos que uno piensa en unirse, y derrocar al Rey y a la Reina. Tal vez así podría ganarme una armadura más cómoda, incluso podría obtener una hecha a la medida, con mi insignia en el hombro, casco y espada forjados a mano, algunas piedras preciosas y el escudo, bueno ese tendría que ser especial, con las esquinas puntiagudas para usarlo en caso de perder mi espada, y quiero un caballo, uno grande y blanco, aunque los negros llaman menos la atención en la noche y pueden resultar más aterradores si persiguen a galope a soldados huyendo al bosque. Qué va, quiero los dos. Esa doncella con el cabello rojizo, rizos tan perfectos y rebeldes como sus ojos verde esmeralda. La desposaría a ella, aunque su belleza podría ser mi perdición, recordarla en el campo de batalla podría ser peligroso, perdería la concentración y un martillo rompería mi cráneo en sólo un instante de descuido. Mejor no, una mujer menos memorable será la mejor decisión; piernas largas y fuertes, cabeza grande y con ojos testarudos, manos suaves pero firmes. Ella podría incluso sostener mi espada por las noches, haciéndola brillar con el reflejo del fuego de nuestra chimenea, golpeando el piso una y otra vez para recordarme cómo gané mi última victoria en los juegos de invierno. Todo el norte llevaría en sus canciones mi nombre y mis grandes batallas.

-"Mató a dos hombres con un sólo golpe de espada, furia y honor resuenan bajo los cascos de sus caballos negro y blanco. Cuando el atardecer se pinta de rojo, naranja, amarillo y morado, son los dioses que le agradecen la sangre que ha derramado en su honor. Valiente y apuesto ha de ser, el hombre que como bestia a sus enemigos hace temer".
Tendré tres barones y dos pequeñas. Mi heredero será mi viva imagen, hábil y veloz desde pequeño, los otros dos serán buenos para la hechicería y la herrería, ninguna familia está completa sin un herrero y un hechicero. Y mis dos doncellas, fuertes y guerreras como su madre, encontrarán caballeros con armadura limpia y fina, ellas dirigirán sus castillos por sus maridos, tal cómo lo hace su madre con el mío.

-¡Soldado despierte! ¿Cuánto tiempo lleva dormido insolente? ¿No ve que pudieron matarlo mientras dormía? ¡Váyase ya! ¿Qué no ve que ya ha amanecido? Su turno ha terminado. 

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