Gritos, tacones y pistolas.


No falta decir que era una noche como cualquiera, no sobra decir que tomamos el camino que siempre tomamos, las mismas calles, mismas avenidas, vuelta aquí, semáforo y continúa. Nada complicado a decir verdad, un trayecto que no suele llevar más de 4 minutos, pero anoche ése trayecto se convirtió en lo que pudo ser una pesadilla. Para mi, para él, y para ella. 
Camioneta negra, doble cabina, probablemente levantada, vidrios polarizados. Aléjate pronto, ese hombre puede ser peligroso. Es lo primero que dice mi mente al ver esas características. ¿No es ese vehículo el que transporta las cabezas crueles y altaneras de hombres que juegan a ser Dios? Toman vidas, toman su dinero, toman tu poder como si tal cosa existiera. Un poder que está fundamentado sólo en el miedo que provocan por su falta de valores. Por su convicción de matar todo aquello a lo que amamos, con una determinación tan grande que da miedo efectivamente. 
Un segundo fue suficiente, ver la camioneta un segundo y todo eso salió de mi mente. No debo juzgar por las apariencias fue lo siguiente que pensé. La camioneta estaba estacionada frente a un supermercado, de esos que atienden las 24 horas, de esos pequeños, con refrigeradores al fondo, café instantáneo, grandes ventanales y un letrero grande en rojo y amarillo. Veinticuatro horas decía un segundo letrero. Tal vez pasaron a comprar algo, esperaban algo o discutían por algo. Mi mente no pudo hilar lo que sucedió a continuación. Había ciertamente una lucha, el tono de ella no me quedó claro, la puerta del conductor se abrió unos metros antes de que nosotros pasaramos en el auto. Una joven de cabello rubio, muy largo se abalanzó sobre el conductor. Mis ojos no pudieron distinguir si era un abrazo, si estaban jugando, o si efectivamente el hombre estaba siendo estrangulado por la mujer. Pasamos junto y pude distinguir que efectivamente peleaban, había forcejeo y gritos. 

En mi parte de la historia pareció que fui la única que vio la escena pues dimos vuelta en la siguiente esquina como es lo usual. Unas palabras mías y el vehículo se detuvo, volvió a avanzar un poco y mis palabras continuaron con más énfasis. Vi cómo su cara se transformó, sus rasgos se tensaron, como si se culpara de no haberlo visto, de no ser suficientemente atento para salvar a aquella mujer. Nos estacionamos a un par de cuadras y se bajó del auto. Caminó hacia la camioneta negra, se detuvo, regresó para pedirme que huyera si algo sucedía y mis palabras rompieron con su plan. Ilógico desde el principio, cruel, impaciente. No podría esperarlo en el auto, sin saber lo que estaba pasando. Puede que fuera el morbo, la curiosidad, pero también se trataba de algo más, algo en mí me hizo voltear a ver esa camioneta, algo estaba mal. 
Subió al auto, y esperamos en el semáforo en la esquina contraria, mientras ambos decidíamos qué hacer. La pelea ahora se veía muy clara. La mujer era una chica de la noche, o un chico, un humano, una vida, lo que sea que ésta haya decidido ser. El hombre de la camioneta estaba muy molesto y jaloneaba la peluca de un lado a otro. Esto no va a terminar bien, esto está muy mal, pensé. Nos estacionamos en el súper, recuerdo mencionar a la policía, mal momento para no tener batería en el celular. Veinticuatro horas debe significar que hay alguien dentro. 

-Dile que hable a la policía, dije. Una serie de pensamientos fugaces cruzaron por mi mente. Sólo podía pensar en los gritos y los golpes que se escuchaban. La va a matar, todos lo sabíamos. 
-Quédate aquí, no te salgas, me dijo. 
El chico del super estaba escondido detrás del mostrador, parecía no querer involucrarse. 
-Ayuda! Ayudenme porfavor!, salió corriendo de la camioneta, con los tacones destrozados, la ropa desacomodada por los jalones, el maquillaje corrido por los golpes, tenía ya fuertes moretes por los golpes. Y sus ojos, esos ojos jamás los voy a olvidar, el miedo caía en cascadas por su cara. Trae pistola!! gritó desesperada mientras corría hacia mi novio. El hombre de la camioneta estaba bajando, por él, por ella, por venganza, por coraje, por locura, o por todas las anteriores.
No pude soportar la idea de que mi novio estuviera en medio de todo, de que estuviera expuesto ahí afuera, Trae pistola, puede recibir un balazo en cualquier momento, ¿y yo? yo estaba esperando en el auto, jamás he sido de las que se quedan esperando en el auto. Salí, corriendo hacia ellos y el hombre de la camioneta me vio y se subió unos instantes después encendió la camioneta y se fue quemando llanta. 
Ella intentaba explicarnos que el hombre dijo ser un judicial, que la amenazó y la golpeó varias veces con una pistola mientras conducía, hasta que ella logró apagar la camioneta y quitarle las llaves, cosa que lo hizo enfurecer y se abalanzó sobre ella para golpearla con todas sus fuerzas. Ella estaba segura que eran sus últimos minutos, que no volvería a las calles, que sus sueños, su lucha diaria terminaría esa noche en manos de ése hombre. 
-Ya han matado como a quince amigas mías, dijo llorando. La impresión de verla en esas condiciones, de lo que había dicho. Quince personas han sido asesinadas por éste o por hombres como él. ¿Cómo es posible? Es una puta, claro que a nadie le importa, la policía no hace nada, ni va a mover un dedo, porque simplemente no les interesa. Se sentó en el asiento trasero, ocultándose, en caso de que la camioneta volviera por ella. La llevamos a su esquina, una muy famosa, no muy lejos de mi casa. Una de sus amigas caminó hacia el coche y escuchó incrédula la historia reducida a unas cuantas frases. 
-El hombre me golpeó muy feo! y tenía una pistola! me pegó con ella y me llevó a una calle, casi me mata! Ellos me salvaron. Así fue como ésta persona resumió lo que pasó esa noche.
-Vámonos de aquí, rápido!, antes de que se le ocurra regresar, ándale manita córrele. Se volvió hacia nosotros y nos dijo, Muchas gracias, en verdad muchas gracias. Y tomó del brazo a su amiga y le gritó a un taxi que justo pasaba por la avenida de enfrente, éste se detuvo. 
Es rostro de la rubia apenas se dejó bañar en lágrimas, ahora se tapaba la boca con ambas manos al darse cuenta lo que había pasado. 
-Muchas gracias, me salvaron la vida, que Dios los bendiga.. Gracias. 

Y éso pasó anoche, gritos, tacones y pistolas. 

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