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Sólo hazlo.

–¡Buenas noches!– Escucha Jessica a su espalda. Es Juanita, la señora que se queda en su casa y que le ayuda con las tareas de la casa, a cuidar a sus niños y a hacer de comer.   –Buenas noches Juanita, no se te olvide sacar el pollo del congelador. –Jessica se quita la cinta elástica de la mano y se hace una coleta alta. Su cabello rubio amarrado es tan largo que casi le llega a media espalda. Viste una blusa sin mangas color salmón, un brasiere deportivo que alcanza a verse un poco, unas libras negras que resaltan los años de ejercicio y dieta. Jessica toma un sujetador para su celular y se lo pone en el brazo. Los audífonos se los mete con cuidado en los oídos y la canción Arlandria de Foo Fighters suena. Baja las escaleras, abre la puerta de la entrada y en el segundo que la puerta se cierra comienza a trotar.    Es de noche ya, son las nueve cuarenta de la noche, es una noche fresca, las hojas de los arboles se mueven por el viento, las luces se reflejan en los charcos q

Destino

  H ugo está escuchando el resumen del partido mientras revuelve el resto de su arroz con la salsa de tomate. Toma la última tortilla, le pone un poco de sal y le da una mordida. El sabor de la tortilla ya casi fría no fue tan agradable como esperaba, así que dejó la tortilla a un lado para terminar con el arroz. En la televisión los comentaristas discutían sobre las eliminatorias del fúbol mexicano, las decisiones de los técnicos al hacer los cambios, el desempeño de los jugadores más importantes y algunos suben el tono de voz hasta que uno de ellos interrumpe la discución y manda a corte comercial.     Hugo está pensando en la fiesta de cumpleaños de su hija Sandra, está por cumplir 3 años, y quiere su vestido de la princesa Mohana. La renta del local, la comida, piñata, bolos, todo resulta demasiado caro. Hugo se pregunta si no sería mejor darle todo el dinero invertido en la fiesta y llenarla de regalos, o ahorrar para su escuela, que es cada vez más cara. Pero la voz de su n

El Viaje de Charlotte de Sandeau

Disculpe, ¿Este asiento está ocupado?– Pregunta un caballero amablemente, se asoma con una actitud bastante amable, una bonita sonrisa y confiable.  –Está libre, puede usted ocuparlo– Respondió Charlotte, de veintiún años, cabellos rubios, labios rosados y carnosos, ojos azules con destellos de marrón.    –Es usted muy amable– El caballero era en realidad un muchacho de unos veintisiete años. Cabello oscuro, delgado, alto y con tes blanca, paliducha. Viste un traje que no parece ser suyo, o por lo menos no hace varios kilos, es color negro, limpio y bien planchado pero extremadamente grande para él. Charlotte no pudo contener la risa al ver que el muchacho estaba teniendo un enfrentamiento con la maleta que no quería quedarse en el compartimiento superior. El muchacho se dio cuenta de que estaba siendo observado y comenzó a actuar como si algo sobrenatural tomara de la maleta, o como si la maleta misma tuviera vida, como fuese, las manos y piernas del muchacho estaban por doqu

Rutina

  Abro una de las puertas y me encuentro una caja de cereal. La caja no tiene nada particular, pero sentí como si un bloque de concreto me cayera encima al verla. Tenía mucho tiempo sin abrir esa puerta específicamente y como una avalancha, un golpe de sentimientos, de pensamientos, cayeron sobre mi. Teníamos 3 semanas de habernos separado definitivamente. Ella no estaba segura de lo que quería, y quizá yo tampoco, pero un día amanecí con el sentimiento de no ser suficiente, o simplemente, quise más. La confronté, me parece que más que un diálogo fue una confesión, fue una renuncia a la química, a los besos, a las cenas, a los abrazos en la cama y a las duchas juntos. Una parte de mi esperaba que ella me detuviera, que me dijera cualquier cosa que me diera indicios de que ella también sentía algo fuerte por mi, pero la otra parte, la más grande, la que suele tener la razón. Sabía que habría un silencio incómodo, que las palabras, las que fuesen, no iban a salir, ni para aliviar, ni p

Realidad Virtual.

Iniciar conexión.      Wenda se coloca los brazaletes en las muñecas mientras el visor muestra la animación de inicio. El iris de Wenda intenta adaptarse a la hiperestimulación de las luces. Toma 32 segundos sincronizar el sistema neuronal al procesador del VRC. Se reproduce un sonido notificando que la conexión ha sido exitosa. Wenda está en un pasillo con alfombra gris. Hay varias puertas a los costados. Camina directamente hacia la última del lado izquierdo, intenta abrirla y pero la perilla no gira. La proyección de un candado cerrado y una voz que dice. Acceso no autorizado, favor de introducir llave.     Wenda maldice y se gira para caminar a una puerta anterior. Entra en ella, en esta ocasión la puerta si abre. Está en un hospital ahora. Wenda hace algunos movimientos con las manos y una serie de numeros aparecen como un holograma. Seleciona un par y de un circulo de luz color verde neón que parece una ventana se abre una compuerta, dentro de ella se alcanzan a ver arma

Día de campo

–¡Gonzalo! dile a tu papá que baje las chamarras, está comenzando a hacer frío. Voy a estar junto a los árboles de allá. – Dijo Estefanía, una mujer joven, de unos treinta y tantos. Viste unos pantalones de mezclilla clara hasta la cintura, una camisa holgada de botones color rosa pálido. El cabello castaño claro se tiñe de dorado con los rayos del sol a contraluz. La luz de la tarde se pinta de anaranjado con tonos rojos y morados, el filo de los árboles, las plantas y objetos tiene un contorno casi mágico, las esporas en el aire se hacen visibles, como miles de mariposas diminutas que lo cubren todo. Gonzalo, un chiquillo de siete años, con sus botitas vaqueras, sus pantalones de mezclilla y su camisa alusiva a los vaqueros de las películas, una pistola color plateado brillante se asoma de una funda que cuelga de su costado izquierdo. Le queda bastante incómoda, ya que está diseñada para diestros, y Gonzalo nació en el lado incorrecto del planeta, donde viven los derechos, él tenía

Frontera

Dos toques a la puerta. Al parecer no hay nadie en el baño. Tadeo abre la puerta con precaución, echa un vistazo, primero en los urinarios, de las cajas de los retretes no se asoma ningún zapato. Entra rápidamente y cierra con seguro. Se acerca al lavabo, deja sobre el mismo su mochila color gris deslavado. La mochila tiene un desgaste evidente en las correas, algunos parches están bordados en la parte frontal con iniciales y dibujos extraños. Tadeo saca de la mochila un cubo de cristal del tamaño de una pelota de beisbol y cierra la mochila, se la cuelga en la espalda y se mira en el reflejo. Coloca la mano izquierda en el espejo y con la derecha juega un poco con el cubo de cristal, lo acaricia como buscando algo en la superficie transparente. Parece encontrarlo, frota una de las caras contra su camiseta, y esa misma cara la pone sobre el espejo. En ese momento la manija del baño que da hacia el pasillo comienza a moverse, alguien intenta abrir la puerta, pero esta no se mueve.